Adiós


Lector Impertinente.

Marzo/23

 

 

Nadie fragua thrillers como Andalucía.

 

Cuando a Paco le pusieron su nombre a toda gloria en el capítulo final de Penny Dreadful me consta que hubo más de un brote de envidia torera, malamente transpuesto en ojeriza epidérmica.

 

Miedo me da que con "Adiós" se le salten las costuras a más de uno. Así que reclamo mis diez segundos de gloria y sólo voy a pediros que la veáis. Ved "Adiós". Y, si queréis, luego discutimos sobre ella (que también puedo admitirle un par de pegas). Pero tenéis que verla porque es un trabajo en el que se han roto las costuras todos y por su orden.

Se han roto las de Paco Cabezas, porque hay que tenerlos muy bien puestos para salir de la zona de confort y partirse la cara por una idea, por una tierra, por una madre, por unos actores. Las de Mario Casas, porque podría vivir como un remedo de sí mismo al rebufo de un barco y una moto, y sin embargo se mata por su niña Estrella, como se mató por Mauthausen. Y cuando abraza a su madre, nos abrazamos todos a la nuestra, aunque ya no esté, aunque no nos guste... De las de Natalia de Molina no hay dudas sobre su capacidad para reventarlas, pero me quedo con ese tamborileo de uñas de pega en un hule que tiene más verdad que todo el cine de corta y pega. Y se le han roto las costuras a Carlos Bardem, a Mona, a Vicente...

Vedla, porque a mí, que el flamenco no me deja frío, se me ha quedado carne de palmas y hoguera, y a mí, que no soy dado a la elegía, se me han roto las costuras de orgullo. Vedla porque el cine de Paco se ha hecho mayor. Y eso, de verdad, no hay que perdérselo.

¿Queréis saber qué se entiende por un peliculón? Pues es muy fácil, basta con ver “Adiós” de Paco Cabezas. Es más que evidente que, si el cine catalán se ha sublimado y se ha hecho perfecto en torno al drama intimista, el cine andaluz está alcanzando la estratosfera y más allá a través del cine negro. Algo tiene Andalucía con el noir, porque perfecciona el thriller hasta límites épicos, y “Adiós” es una obra maestra paradigmática que avala mi tesis, a medio camino entre el noir salvaje y un cierto tono de necesario cine social, y todo ello aderezado con expresos y confesos ecos lorquianos (incluso en lo estético).

Visualmente impactante, con un lenguaje cinematográfico cum laude, lo que el sevillano Paco Cabezas despliega delante de nuestros atónitos ojos es un festival visual para el buen cinéfilo. Desde planos totalmente contrastados contra el fuego, pasando por encuadres de una belleza que deja sin oxígeno para retratar la violencia, y culminando en uno de los grandes planos secuencia del año, el de la llegada a la casa para el ajuste de cuentas, donde la cámara rodea la casa para dejar toda la violencia fuera de campo y luego entra por la puerta a mostrarnos las consecuencias. Eso es de ser un grande del cine, y el director sevillano es obvio que lo es.

Y todo ello para legarnos unos personajes inolvidables, desde esa mujer de arrabal con fuerza llamada Triana (de nuevo nos vuelve a deslumbrar la andaluza Natalia de Molina una vez más, como siempre y para siempre), pasando por una niña llamada Estrella (la escena mientras suena el tema homónimo de Enrique Morente eriza la piel a un muerto) o un policía con dobleces (brutal Carlos Bardem) hasta llegar a María Santos, la abuela, la matriarca, la reina de las Tres Mil Viviendas, un personaje antológico que ya está por derecho propio entre los imborrables de nuestro cine.

Porque la violentísima y aterradora historia que nos propone Paco Cabezas, un choque entre clanes que augura un ajuste de cuentas despiadado entre clanes, es la de una niña muerta por la que alguien tiene que pagar, una droga robada por la que alguien tiene que pagar, un extraño movimiento policial por el que alguien tiene que pagar… La sangre va a correr a medio camino entre las Tres Mil y Torreblanca, esa Sevilla profunda que no sale en las postales ni en las fotos turísticas, su cara oculta.

Pero, como no es suficiente éxtasis con semejante planteamiento formal, actoral y argumental, después todo ello se conjuga con el factor musical. Su selección musical de temas aflamencados es absolutamente soberbia, especialmente en el tema que acaba convirtiéndose en el leit motiv de la película, esa versión de “Me quedo contigo” interpretada por Rocío Márquez y que le da un par de millones de vueltas o más a la tan cacareada de Rosalía. Esto sí que es darle una vuelta de tuerca a la rumba clásica con una cadencia que pone los pelos de punta. Una obra de arte musical.


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