El pasado 30 de abril, con 77 años vividos, nos dejó Paul Auster, quizá el más influyente de los autores norteamericanos del siglo XX, el hombre que siempre llevó un bolígrafo en su bolsillo, junto a esa cajetilla de tabaco que le terminó cobrando la vida.
En "El cuaderno rojo", Auster narra cuándo y cómo comenzó esa obsesión por llevar siempre un bolígrafo encima. Cuenta que el Auster niño era un gran aficionado al béisbol, y un día se encontró en Nueva York con una de las estrellas de ese deporte, un jugador al que Auster admiraba y, por supuesto, le pidió un autógrafo, petición a la que el jugador accedió de buen grado. Sin embargo, ni Auster, ni su padre, que lo acompañaba, ni la estrella deportiva tenían nada con lo que el jugador pudiera satisfacer la ilusión de aquel joven admirador, de modo que el niño Auster se quedó sin su autógrafo, pero desde ese día siempre llevó en el bolsillo un bolígrafo.
Y de una frustración infantil, nació una vocación literaria que lo llevó a escribir desde novelas policíacas a poesía, pasando por obras de teatro, y a recibir premios como el Princesa de Asturias en 2006.
El movimiento vanguardista que creció al abrigo de la generación del 27, supuso un punto de inflexión en la literatura española, que comenzó a saciarse del surrealismo y el simbolismo que llevaba años floreciendo en Europa. Pocos autores, como Federico García Lorca lograron penetrar en el alma del lector (barra) espectador.
Federico abanderó en 1936 el movimiento con la publicación de Bernarda Alba, donde el autor plantea la confrontación existente autoridad y anhelo de libertad. Entre la autoridad que exige Bernarda, una madre viuda y autoritaria que pretenden obligar a sus hijas jóvenes la prisión de un luto de ocho años y los juveniles e irrefrenables anhelos de libertad de unas hijas en plena efervescencia vital.
Un texto crítico con los convencionalismo sociales que critica la hipocresía de una sociedad funambulesca de sus normas, y en la que las apariencias lo son todo, en la que la honra y las tradiciones prevalecen sobre la razón, la justicia o el sentido común
Conmemoramos en junio el 80 aniversario del desembarco de Normandía, que tuvo lugar el 6 de junio de 1944, la mayor operación anfibia de la historia, cuyo nombre clave fue el de Overlord, y que perseguía liberar el continente europeo de la tiranía del III Reich, estableciendo una cabeza de playa en Normandía que le sirviera a los ejércitos aliados como puerta de entrada al corazón del nazismo a través de Francia, y poner fin a la II Guerra Mundial, hasta la fecha el más sangriento de los conflictos humanos.
Existe, como ya ha supuesto usted amable escuchante que nos sintoniza, abundantísima literatura sobre aquella guerra. Innumerable, efectivamente, pero como con algún libro hemos de quedarnos para poder realizar esta sección de crítica, y entre la ingente cantidad de obras que nos hablan de aquel periodo histórico, yo siempre he tenido cierta preferencia por La Clave está en Rebeca, publicada en 1980, una novela del británico Kent Follet, un autor mundialmente consagrado por su libro más conocido, Los Pilares de la Tierra, una novela que nos habla de la construcción de una catedral en la Edad media, sin embargo, Follet es un especialista en la II Guerra Mundial y muy ameno autor de novelas de espionaje.
Con La Clave está en Rebeca, Follet logra meternos en la piel de Alex Wolff, un espía nazi infiltrado en las fuerzas británicas en el Cairo, un Alex Wolff de ficción, que bien podría estar inspirado en Condor, cuyo nombre era John Epple, y que fue un verdadero espía alemán en Egipto durante la II Guerra Mundial, un agente de la Abwehr del almirante Canaris.
En este momento del año en el que según marca nuestra tradición cristiana debemos recordar a los muertos, y según nos marca Hollywood debemos celebrar Halloween como manda el imperio, lo más lógico es hablarles, en esta sección de comentarios literarios, de la obra cumbre de la literatura hispana del género fúnebre o palmatoria, el gran Don Juan Tenorio, del ilustre pucelano, José Zorrilla; pero eso sería caer en el topicazo por lo nuestro y en enojar Kamala y Donald, asiduos escuchantes de nuestro programa que lo sé yo, por lo que respecta a ignorar lo que de terrorífico nunca, hasta antes de ayer, tuvo este día, así que para no correr el riesgo de que Kamala o Donald nos manden a sus muchachotes de Texas a traernos la democracia, he decidido que les voy a hablar de una de las más extraordinarias novelas de terror jamás publicadas, Carrie, del estadounidense Stephen King, un libro, el primero editado a King, publicado en 1974 y que es la obra literaria más censurada de la historia, no solo en su formato libro, también la película basada en el mismo, y dirigida en 1976 por Brian de Palma es un film que ha sufrido la censura de numerosos países.
Elegir una obra de Auster para hablarles de ella es, para mí, una tarea complicadísima, porque devoro todo Auster. No obstante, de alguna les tengo que hablar y he elegido Leviatán por lo que tiene de inspiración para el autor que también soy, y es que en esta obra de Paul Auster nos adentramos como en ninguna otra, creo yo, en el imaginario creativo del neoyorquino absoluto, envolviéndonos en una atmósfera única y muy real. Su forma, completamente honesta, de transmitir el cómo discurre la vida en la inmensa urbe, nos hace imaginar que paseamos realmente por las calles de un Brooklyn de casitas bajas y niños en patinete.
Pero reitero que lo mejor de Auster es todo Auster, porque, a mi juicio, ningún otro autor estadounidense ha sabido plasmar, con tanta honestidad y acierto, la esencia de un país, los Estados Unidos, que lejos de ser ese sueño americano que nos vende Hollywood, es una nación que vive despierta y consciente, aunque de espaldas a su propia realidad.
Paul Auster ha muerto. ¿Quién nos hablará ahora del verdadero Manhattan?
Una obra donde la España de los de siempre queda perfectamente retrata y no deja en muy buen lugar a aquella “peor burguesía de España”, que al universal granadino le toco en mala suerte padecer y de la que él mismo formó parte, por lo que su opinión es muy de tener en cuenta.
Pero no solo a esa crítica se ciñe La Casa de Bernarda Alba, una obra en la que también nos encontramos críticas a la desigualdad, a la diferenciación en clases sociales, o la angustiosa represión que sufrían las mujeres de un tiempo enloquecido y sangriento que se dibuja a la perfección con el suicidio, al final de la obra, de Adela al pensar que su amante, Pepe el Romano, que se iba a ser el marido de su hermana Angustias, ha muerto, y como Bernarda, ante el temor a la crítica social, y en una actitud absolutamente fría e inhumana, impone el silencio hipócrita y la mentira al resto de sus hijas, con la intención de ocultar un hecho tremendamente humano.
En las páginas de esta sobresaliente novela, Follet nos conduce con maestría por parajes de África del norte que resultan atractivos, a pesar de su aridez y dureza, relatándonos la lucha de Wolff, un espía alemán de nacionalidad egipcia cuyo nombre en clave es “Esfinge”, un nacionalista árabe que cree que la victoria alemana traerá la independencia egipcia de los británicos, y quién, para cumplir con su misión, se ve obligado a asesinar a un soldado británico antes de llegar a El Cairo. Aquel crimen lo pone bajo la diana de la policía, y el servicio de contraespionaje inglés.
A pesar de los inconvenientes y de llevar pegado a sus talones al mayor Vamdan de la inteligencia inglesa, Alex logra llegar a El Cairo desde donde comienza a enviar valiosísima información a los alemanes por medio de una emisora de radio, utilizando para ello un código basado en la novela de Daphne du Maurier, Rebeca.
Los ingleses deciden utilizar a Elene, una hermosa agente judía, que recibe el encargo de seducir a Wolf y descubrir qué información vital posee este e impedir que pueda hacérsela llegar a Rommel.
Es una novela muy bien escrita, con descripciones exactas y acontecimientos históricos muy bien documentados lo que le da una elevada cota de credibilidad y logra que una historia, en el fondo policíaca, sumerja al lector en el sórdido mundo del espionaje durante la II Guerra Mundial, donde la crudeza del conflicto más sangriento de la historia de la humanidad obligó a los protagonistas a adoptar la políticamente incorrecta máxima de: “el fin, justifica cualquier medio”.
A título solo de información adicional le diré estimado escuchante que el verdadero espía alemán en El Cairo, John Eppler, “Condor”, sobrevivió a la guerra y su historia es poco conocida porque sufrió el ninguneo de los derrotados, sin homenajes, ni menciones, pero su gesta, a pesar de quien le pagaba, fue heroica, y justo es reconocerlo.
La novela, de una narrativa fluida que invita a avanzar en su lectura, refleja la angustia de Carrietta White, una adolescente telequinética, depresiva y antisocial, que sufre los desmanes de una madre fanática religiosa y ultra conservadora, así como las burlas y agresiones de sus compañeras de instituto, un dantesco proceso de eso que hoy denominamos con esa horrenda palabreja hereje que es Bullyng, en lugar de nuestro muy rico castellano, y más exacto acoso escolar.
La infeliz Carrie, harta de soportar las maldades de sus amigas, descubre que tiene poderes y es entonces cuando se convierte en una psicópata de las psicópatas de toda la vida, y prácticamente extingue la vida en el pequeño pueblo de Chamberlain, escenario de los sucesos narrados y que termina en un escabeche de sangre y vísceras que hubieran hecho las delicias del mismo Jack el destripador, que podría haber sido otro de los títulos de los que hablarle hoy, pero no quiero cansarles.
La sombra del viento, de Carlos Ruíz Zafón editada por Planeta en 2001, es una novela de intriga que nos narra la historia de un libro. Si, porque la Sombra del Viento, es un libro escrito por Julián Carax, y que es descubierto en el cementerio de los libros olvidados por un niño, Daniel Sempere, que lo adopta (porque a los libros hay que adoptarlos, no se los compra o se los elige) y se va sumergiendo en su
trama, hasta el punto de poner su vida y la de su amigo Fermín en riesgo, en el empeño de hacer averiguaciones sobre el mismo.
El 23F supuso una deriva en la historia de España, no podemos saber, si para bien o para más desgracias, pero es indudable que supuso una alteración del normal devenir de la historia. Consolidó en el trono al heredero impuesto por el genocida y conformó a los españoles con una monarquía pintada de rosa resplandeciente que al final resultó que ocultaba el sempiterno gris de la España de los de siempre.
Han sido muchos los autores que se han acercado a investigar este momento de nuestra historia, de los más importantes en la última centuria.
Uno de los autores más importantes del pasado siglo XX, George Orwel quien, contrariamente a lo que piensa esa rutilante estrella de la intelectualidad de la derecha más autóctona, entiéndase rancia, que es Alberto Núñez Feijóo, murió antes de 1984, ya se percató de esta singularidad hispana en 1936, para escribir dos años después, Homenaje a Cataluña, una de sus obras menos conocida y sin embargo más interesantes por el contexto histórico y la carga que lleva de vivencia personal como testigo directo que fue de aquel convulso pretérito de la ciudad condal a la que llegó en pleno auge revolucionario.
En este momento en el que estamos conmemorando el trigésimo aniversario de la primera patera que llegó a nuestras costas (España) en 1994, y los telediarios nos ponen una vez más sobre la mesa la muerte de miles de personas intentando la aventura de una vida mejor, en estos días en que la tragedia de la inmigración vuelve a ser arma arrojadiza en el siempre falaz discurso de los políticos, y la hipócrita política, utilizando a los seres humanos en el repugnante interés partidista de políticos repugnantes; quiero hablarles de Cruzando el mar, de Wolfgang Bauer publicado en 2016 por Entrelineas, un libro en el que el autor nos narra la epopeya que vivieron él y el fotógrafo Stanislav Krupař cuando de manera encubierta, después de dejarse barba, teñirse el pelo y utilizando identidades falsas, lograron infiltrarse en uno de los grupos de refugiados sirios que huían hacia Europa a través del Mediterráneo, alcanzando las costas italianas desde Egipto. En la obra llena de dramatismo y humanidad nos dan cuenta de la corrupción y la complicidad de muchos funcionarios de la Unión Europea con las mafias que controlan los viajes, al tiempo que nos expone de una manera desgarrada algunas de las historias de los refugiados con los que mantiene un contacto más estrecho: su intento de viajar de nuevo a Europa, el cruce del Mediterráneo, las intercepciones por parte de la policía, la travesía por los Alpes...
Con una trama brillante y magníficamente narrada que se desarrolla en aquella Barcelona gris y asustada, pero cosmopolita de la posguerra, Ruíz Zafón nos lleva de la mano por una ciudad que se resiste, mezclando el suspense y la ficción con una realidad cruda y sin disimulos, para terminar por dar a luz a un libro que ha sido traducido a 36 idiomas y vendido más de 15 millones de ejemplares en todo el mundo.
Uno de esos autores, que a mi juicio de un modo más certero se ha adentrado en el embarrado y laberintico jardín del golpe de estado que los bárbaros de siempre intentaron perpetrar el 23 de febrero de 1981, ha sido el periodista madrileño Jesús Palacios, un hombre que es autor de la biografía del genocida fascista Francisco Franco, el dictador que durante 40 años ensangrentó España, quien se acercó de manera, a mi juicio, muy certera, a la intentona golpista.
El madrileño, con su libro 23F: El golpe del CESID, publicado en 2001 por Editorial Planeta, y en el que el autor nos relata, con datos y nuevas revelaciones, cómo en un momento, ciertamente crítico de nuestra historia más reciente, en una España sumida en la violencia terrorista y de extrema derecha, con un escenario muy próximo al enfrentamiento civil, un grupo de reaccionarios, fueron conducidos hábilmente por los servicios secretos para perpetrar un golpe de estado “con boquita de piñón” que contentara a todos, y que por el instinto gatillero y la afición a los disparos de algunos, derivó, precisamente, por la inconsciencia y el fanatismo de esos algunos, en el fallido golpe de estado el 23 de febrero, de los Tejero, Milans del Bosch, Pardo Zancada o García Garres entre otros muchos, alguno de los cuales nunca salió a la luz, y que, mire usted por donde, hicieron posible un exitoso movimiento para salvar nuestra joven democracia del joven rey Juan Carlos I, que no solo salió reforzado de la complicada aventura, también con un aura de salvador que años más tarde, aún le sirve para que muchos de sus súbditos le perdonen sus... “pequeños pecadillos de codicia”
En Homenaje a Cataluña, el hindú, se desvela como un magnífico observador y narra honestamente con coraje, a veces desgarrador su experiencia personal y sus miedos en una ciudad en guerra y un George que debe hacer frente a la muerte en varios frentes, pero también como un hombre inteligente que es capaz de percibir, ya en un tiempo tan temprano, las dolencias que afectaron poco tiempo después al mundo en el que a Orwel le tocó vivir, la intransigencia, los populismos, los bastardos intereses de políticos nefastos, cobardes y ambas cosas, que ensangrentaron el siglo XX; pero él fue un paso más allá y calibró a la perfección la indolencia, las arbitrariedades, injusticias y las hurtadas voluntades a los pueblos, que parece que van a conducir en cualquier momento a nuestro mundo a otro desastre, en una absurda repetición de la historia, paso a paso, coma a coma, en un aterrador punto y seguido.
Este libro retrata de manera objetiva la dimensión de la tragedia, el desgaste emocional que implica hacerse a la mar en unas condiciones realmente penosas, nos expone en toda su crudeza la catástrofe humanitaria que se está desarrollando ante nuestros ojos, ahí, a la vuelta de la esquina, en nuestro viejo mar, seres humanos que perecen huyendo de guerras, de hambre o miseria, pero también hombres y mujeres que son asesinados por las mafias, o abandonados en el desierto a una muerte más que segura.
El periodista Wolfgang Bauer y el fotógrafo Stanislav Krupař fueron los primeros reporteros encubiertos en documentar el éxodo de los más desvalidos entre los desvalidos. Cruzando el mar es un libro de vida y muerte, de esperanza y mezquindad humana, un libro que es testigo directo de la brutalidad de las bandas de contrabandistas, de las mafias de una y otra orilla, de los procesos de detención y deportación, de los peligros de una travesía en embarcaciones desvencijadas y el furtivo viaje final a través de una Europa rica e insensible a la tragedia. Un testimonio único, tanto de los problemas sistémicos como de los rostros individuales que hay detrás de esta terrible crisis humanitaria, y a la vez pingüe negocio de un puñado de miserables, que nunca padecieron los mordiscos de la necesidad o la desesperación.