El Maestro jardinero
Lector Impertinente.
Agosto/23
La posibilidad de redención en una interesante película.
Narvel Roth (Edgerton) es un experto y meticuloso jardinero en la mansión de Gracewood Gardens. Su función es hacerse cargo de los jardines de esta histórica y afamada finca, y complacer a su dueña, la rica viuda Sra. Havernhill (Weaver). La ordenada vida de Narvel se trastoca cuando la Sra. Haverhill le encomienda que tome como aprendiz a su problemática sobrina nieta Maya (Swindell). Será esta situación la que saque a la luz oscuros secretos de un pasado de violencia y crimen que será una amenaza para todos.
Magnífica dirección y guion de Paul Schrader, en una película que utiliza bien los elementos narrativos más complejos, desde la voz en off a la visualización de momentos del pasado, y consigue mantener una línea de intriga siempre difícil de prever.
El cine de Schrader no se adapta a las modas de los tiempos, no utiliza fórmulas comerciales para el brillante Hollywood, no busca el triunfo de las estrellas. Es un cine personal que se reconoce y su mundo “es turbio, obsesionado con el pecado, la culpa, el tormento y la posibilidad de redención mediante algo llamado amor”.
El personaje de esta película es un hombre que había pertenecido a una banda criminal y nazi, pero logró escapar y cambiar de vida, un perdedor acorralado, con infiernos internos y externos, que consigue cambiar el rumbo de su vida y ahora es un “testigo protegido” de la policía a quien buscan los de su antigua banda asesina.
Narvel es un hombre redimido por la jardinería y por el amor de una joven de color que pasa de ser su aprendiz a ser su mujer. Un hombre que ha optado por una segunda oportunidad en la vida. Y qué mejor que las flores, la jardinería significa creer en el futuro, y Schrader, siempre sirviéndose del espejo de sus antihéroes, nos coloca en pantalla a un hombre que fue violento y ahora anhela ser pacífico y ser jardinero, que como dice el adagio chino, es la única manera de ser feliz toda la vida.
El reparto es sensacional con un Joel Edgerton rocoso y arrepentido que busca otra opción para su existencia; Edgerton presta sus músculos tatuados a otro prototípico antihéroe schraderiano. Un tipo más bien rígido, estatuario, declamatorio, que ha logrado amaestrar la angustia mediante rituales repetitivos y obsesivos, en este caso la horticultura.
Enorme la actriz Sigourney Weaver como la perversa dueña del gran jardín que reclama la sexualidad de su empleado como forma de goce y de sometimiento a Narvel. Y muy bonita y eficiente la actriz afroamericana Quintessa Swindell, que aparece conectada al personaje de la Sra. Havernhill por un conflictivo lazo de sangre y al de Narvel por un delicadísimo vínculo emocional, como la joven que enamora al hombre de los terribles tatuajes.
Mientras la primera parte transcurre en calma, Schrader filma los rigurosos rituales de jardinería que el protagonista escribe y ofrece a sus aprendices. Donde también observa al personaje en la escritura de su diario de flores, con reflexiones vitales más profundas. Las flores se colándose como violentos fogonazos, son las terribles verdades sobre las que crece el jardín.
En la segunda parte el relato se vuelve más nítido con mimbres de thriller y de melodrama romántico, donde el personaje rompe a su favor, para su bien. Con un final donde hay amor y hay violencia, que acaba dejando un regusto agridulce en que el director nos hace recordar magistralmente que la redención y las segundas oportunidades pocas veces son limpias o completas.
Quizá sea demasiado exagerado tildar "Master gardener" como auto-plagio, aunque la falta de originalidad es notoria y sin duda, muy fácilmente, se pueden hallar patrones y elecciones formales muy similares a "The card counter". Podríamos hablar del modelo de protagonista masculino, con alma de samurái, que guarda un pasado oscuro y violento, relacionado en cierta manera con asuntos políticos de los últimos años, y que ven como deberán salir de su vida casi monacal por compromiso con otras personas.
Pero las localizaciones, el contexto del personaje principal, sus características y otros personajes secundarios sin duda difieren y nos salvan del regusto de lo repetitivo para adentrarnos en la senda de lo familiar. Hallamos a Narvel enclaustrado en el fondo de un gran jardín al servicio de una rica viuda. Su pasado encierra episodios de violencia extremista, que se saldó con traiciones y una colaboración desesperada con autoridades federales, de modo que 7 años después se dedica de forma metódica a la jardinería, demostrándose como un experto en la materia, que ha estudiado y dominado en su empeño por reedificarse como ser humano y encontrar nuevas luces con las que alumbrar su existencia.
De esta forma, hallamos la clásica dialéctica entre naturaleza e historia. Narvel vive protegido en ese gran jardín, rodeado de naturaleza, por lo menos en apariencia si bien está a recaudo de una familia muy adinerada, que le permite así alejarse del mundo neonazi. Cuando Maya aparezca en su día a día deberá lidiar con otros problemas diferentes de la sociedad, en este caso las desigualdades sociales, encarnadas en esa problemática joven, que mantiene una relación distante con su rica tía-abuela, cuyo contraste es en sí mismo una instantánea perfecta de los desniveles sociales, y que pondrán a Narvel en una situación en la que deberá escoger entre tomar partido o permanecer oculto y protegido en el fondo de su habitación y el gran vergel.
Ahí reside, creo yo, otras de las cuestiones que Schrader se plantea: ¿hasta qué punto esa reforma personal es cierta si sencillamente se existe al margen? ¿Basta con no colaborar con los violentos o bien se debe probar esa regeneración mediante las propias acciones? El hecho que la contraparte femenina sea una mujer mestiza sin duda contribuye a comprender cuanto camino ha andado Narvel, si bien tampoco hablamos de Derek Vinyard.
Cuestiones sin duda jugosas que, en su ejecución no resultan fastuosas. El principal problema que encuentro no es tanto que el esquema suene familiar -y que hasta cierto punto puedas prever qué rumbo tomará la narración- como que el personaje de Maya, más allá de su pasado cargado de problemas familiares, tiene poca sustancia y resulta poco jugoso. Porque cuando el espectador toma contacto con ese entorno actual que le aporta más violencia y drogadicción, resulta bastante inane, de cartón piedra, con unos narcotraficantes que más bien parecen unos niñatos adictos al trap. Joel Edgerton sí está convincente en su interpretación del circunspecto Narvel, Quintessa Swindell sólo cumple de forma regular en un papel que tampoco tiene muchas oportunidades de despuntar, no veo como otra actriz joven más experimentada podría haber sacado más partido a una contraparte femenina que sencillamente es efectiva, aunque sin mayor interés.
Además, cuando se desata la violencia, los giros argumentales tampoco acompañan demasiado y es evidente que no estamos ante una obra de alto vuelo como ahora "The card counter" o "First reformed". De cualquier forma, no se puede pasar por alto que estamos frente a una narración consistente, su protagonista sí resulta interesante y la siempre solvente labor del cinematógrafo Alexander Dynan consiguen llenar las lagunas y las dudas que nos pueda dejar la diegética. Con eso en mente, en caso de no haber visto ninguna de los últimos títulos de Paul Schrader, casi resulta más aconsejable ver "Master gardener" y desde ahí ascender a las alturas que alcanzan "First reformed" y "The card counter".
Da la sensación que unos años atrás, quien sabe si tiempo después de su conversación con Pawlikowski, Schrader estaba encerrado en su despacho, escribiendo con las luces tenues y un buen lingotazo de whisky a mano, y se encontró con una nutrida serie de escenas similares entorno a su protagonista, quizás demasiadas para un sólo largometraje, que le quedaría recargado, así que tomó la decisión de dividir en dos esas escenas y repartirlas en dos proyectos distintos. De ser así, me alegro que no dejara olvidadas en un cajón las escenas para "Master gardener", que lograra rodarlas y que hayamos podido contactar de nuevo con otro de esos reflexivos y solitarios ronin norteamericanos. Aunque no estaría de más que, en adelante, cambie de rasante y piense en personajes con menos gusto por el ascetismo y la escritura
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