El Nuevo Orden Mundial


Daniel Martín.

Diciembre/24.

 

Donald Trump es un gran demagogo, un lunático, desde luego, pero en su locura no ha ocultado las líneas de lo que va a ser su política, con un importante recorte de los derechos ciudadanos.

 

Por segunda vez en la última década Donald Trump ocupará la Casa Blanca, y tendrá en sus manos el cetro del poder mundial, tras ganar las elecciones presidenciales en Estados Unidos, con una victoria, por demás incontestable, gracias al enorme apoyo del voto popular. La victoria electoral republicana le va a proporcionar a Trump un poder ilimitado al disponer también de mayoría en ambas cámaras, tanto en el Senado, como en la de Representantes. 

Parece que el rechazo ciudadano a los partidos políticos "tradicionales" se manifiesta en este auge de los movimientos totalitarios que vivimos en los últimos diez años, espoleados por el hartazgo de una clase política inoperante e incapaz de resolver los graves problemas que asfixian sobre todo al trabajador y esas clases humildes que también han votado por Trump, pero nadie puede alegar que no sabía a quién estaba votando. 

Trump es un gran demagogo, como el resto de iluminados de motosierra y extrema derecha, un lunático, desde luego, pero en su locura no ha ocultado las líneas de lo que va a ser su política, con un importante recorte de los derechos ciudadanos a cambio de una supuesta seguridad que se está muy lejos de obtener en un país donde existe una arraigada tradición de usar revolver o el M16 si el otro también va armado con un Mágnum 45. una política de desigualdad social que incrementará aún más la brecha entre ricos, clase a la que pertenece Trump, y pobres, clase a la que pertenecen muchos de sus votantes, también desigualdad entre géneros ya que el machista Donald pretende sojuzgar de nuevo al hombre "su hembra", limitando su derecho al aborto o impidiendo que la mujer se pueda divorciar si su esposo no consiente en ello. Sin hablar de su fijación con la inmigración de la que ha prometido deportaciones masivas. 

La victoria de Trump, sin embargo, no es menos la derrota del Partido Demócrata que, primero con un muy envejecido Biden que comenzó a dar muestras de cierto agotamiento vital, como con Kamala Harris después, ha sido incapaz de dar solución a los problemas que más tocan al electorado medio, como la inflación o la seguridad, sin llegar posicionarse claramente o al menos a trasmitir qué política internacional, uno de los principales intereses del estadounidense medio, estaban dispuestos a desplegar más allá del tradicional apoyo a Israel, mientras que no ha sabido enviar un mensaje claro de su posición ante el conflicto ucraniano. Un Partido Demócrata que en cuanto refiere a política interior ha contribuido a generar en amplios sectores de la clase trabajadora, su base electoral, una sensación de traición que llevó a Bernie Sanders, único líder demócrata que ha sido capaz de asimilar el malestar obrero, a manifestar: “No debería sorprender que un Partido Demócrata que ha abandonado a la clase trabajadora descubra que la clase trabajadora los ha abandonado”. 

(Créditos: a quién corresponda)

El fenómeno trumpista es algo que va más allá de Trump se trata de un movimiento que hace resurgir aquel fascismo que ensangrentó el mundo en los años 30 del pasado siglo XX. El Trumpismo marca un "nuevo orden mundial" en el que se van a dar la mano el autoritarismo de Trump, el liberalismo salvaje de Elon Musk, entre otros iluminados del negacionismo climático, el fanatismo religioso, la hipocresía puritana, el nacionalismo supremacista de grupos muy peligrosos que abrazan la idea del "Primero América" sin darse cuenta que América es mucho más que los Estados Unidos, aunque a Estados Unidos el resto de América, excepto para su explotación económica e industrial, no le importe lo más mínimo. 

Estados Unidos ha votado por un cambio de rumbo que nos puede llevar a zozobrar a todos. 


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