La Sociedad de la Nieve
Lector Impertinente.
Febrero/24.
Una película que se encontraba frente a un grave problema que era el de cómo mostrar el tabú del canibalismo sin caer en el morbo, que lo resuelve de manera excelente.
Una película no debe buscar solamente la aprobación de la audiencia en base a gustos. Las películas grandes de verdad intentan incomodar, emocionar, interpelar, hacerte explorar cada uno de tus sentidos para que cuando salgas de la sala no pienses en qué vas a cocinar esa noche. Las películas grandes te hacen quedarte sentado en la butaca hasta que terminan los créditos, te hacen pensar en el camino a tu casa una, y otra, y otra vez, acerca de lo que sentiste minutos antes. Incomodan porque es el camino más rápido al sentido crítico de quien la mira. No les importa si una, o dos, o más de 10 personas como en la sala, se fueron en el primer momento en el que aparece sangre frente a sus ojos. No les importa seguir estándares técnicos para clasificar a premios, los inventan y los explotan a su propia manera para fortalecer la historia que debe ser contada. DEBE ser contada. Una historia que duele a cada persona que la conoce porque nunca nos podremos imaginar enfrentando una situación como la que estas 45 personas tuvieron que atravesar. Debe ser contada porque otras veces lo intentaron y fallaron escatimando en detalles para agradar, dejando de lado la incomodidad de la dureza de la montaña y creando un ruido hollywoodesco sobre una historia que fue dura y real. Duele más porque en Uruguay es la historia de supervivencia más importante que se conoce.
Duele porque durante tanto tiempo cada vez que se toca el tema nunca falta el comentario de que eran “los que se comieron gente en la cordillera”, y esta versión podrá hacer que se los mire como lo que realmente son, aún más teniendo la aprobación de los propios sobrevivientes al destacar que es la versión más fiel posible de su historia.
Una con un director de fotografía del carajo que con mucho orgullo podemos decir que es nuestro y que le ha dado, y le dará, muchas cosas grandes a nuestro cine y nos hace crecer para afuera cada vez que se lo nombra. Que por el lado de reconocimientos en premios seguramente le vaya muy bien pero el reconocimiento más grande ya lo tuvo en cada sala en donde la gente respetó desde el primer hasta el último minuto y supo emocionarse hasta las lágrimas por más de dos horas.
Es una película que comienza, a mi parecer, muy mal, pero sabe levantarse a los pocos minutos, y a partir de eso no perdéis la atención y la emoción en ningún momento.
Cada una de las unidades mantiene un nivel tan alto que la sala de cine pasa a un segundo plano y realmente te sentís que estás en la montaña. Lo generan gracias a una fotografía precisa, que sabe ser asfixiante por momentos, esperanzadora y destructiva por otros. Un maquillaje y arte que te ubica en tiempo y espacio mostrándote el paso del tiempo en los personajes, un sonido que sofoca, pero sabe generar ruido hasta en el medio de un silencio ensordecedor en donde no vuela una sola mosca en la sala. Una edición increíble que no solo no tiene fallos, sino que cumple con el principio máximo de la edición que es hacer que no notes que estás frente a una película con cortes. Un tono que, si bien es crudo durante la mayor parte de la película, sabe encontrar sus huecos para el humor, aunque sea mesurado, porque la montaña tuvo sus desgracias, pero también supo tener risas y unión. Escuchando a Carlitos Paez Vilaró en un podcast remarcaba la importancia de estos momentos, y es clave que haya estado retratado de esta manera.
Una película que se encontraba frente a un grave problema que era el de cómo mostrar el tabú del canibalismo sin caer en el morbo, que lo resuelve de manera excelente y de nuevo: no le importa ni piensa en las 10 personas que se van a ir de la sala, piensa en las que se van a quedar y replantearse lo que sabían de esa historia previamente.
Toda película está construida por varias secuencias y dentro de ellas apenas un par de buenas escenas que son las que recordamos luego, en este caso quizás no tenemos una gran cantidad de escenas increíbles, pero estoy seguro de que cada una de ellas nos generó algo y eso es aún más importante. Las escenas de la caída y el alud con su montaje sonoro cargado de desesperación e incertidumbre la van a convertir en un manual para futuras obras, porque lo que Bayona logra es algo muy difícil y arriesgado, pero que su convicción por contar esta historia de la manera en la que sucedió, con las herramientas que tiene y un equipo tremendamente talentoso, son difíciles de replicar, pero necesarias para que exista este tipo de cine.
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