Del Siglo de las Luces a los Luceritos del Alba
Gregorio Duque.
Mayo/24.
El siglo XIX es el siglo de la prensa, cuya historia empieza con la crisis de 1808 en que se estableció la libertad de imprenta. En el periodismo de comienzos de aquel siglo cabe prácticamente todo. Se publican novelas por entregas, poesías, ensayos, impresiones de viaje, crónicas teatrales, estudios relacionados con la medicina o la botánica. En su tono, el periodismo es mordaz, agresivo y polémico tanto en el aspecto político como en las más diversas controversias culturales o sociales.
La situación sociopolítica de España dio impulso a una prensa satírica tanto más virulenta cuanto que gozó de mayor libertad, y cuyos lectores se encontraron sobre todo en la clase media. Se inicia en 1812 con La Abeja Española de Cádiz, trasladada luego a Madrid.
Destaca como figura representativa de ese tipo de periodismo satírico Sebastián Miñano (1799-1845), clérigo de ideas avanzadas que colaboró en un periódico, El Censor, considerado como una publicación de gran relevancia en los anales del costumbrismo. El periódico vivió en el Trienio Liberal -desde el 5 de agosto de 1820 hasta el 13 de julio de 1822- y en sus páginas se aunaron la sátira política y el artículo puramente literario. Gracias a este intervalo constitucional pudo publicar sus Cartas del madrileño y en Madrid, 1820, dos series bajo el título general de Lamentos políticos de un pobrecito holgazán que estaba acostumbrado a vivir a costa ajena y Cartas de Don Justo Balanza a un Pobrecito Hablador.
Sebastián Miñano, autor de Lamentos Políticos de un Pobrecito Holgazán que Estaba Acostumbrado a Vivir a Costa Ajena, un libro que ofrece una visión crítica y satírica sobre la política y la sociedad de su época.
Los Lamentos constituyen la serie más interesante de este corpus literario, cuya principal atracción es la diatriba política. La beligerancia en este preciso campo es una nota esencial del XIX, un siglo dividido en facciones e inmerso en una crisis constitucional. De ilustre tradición literaria es el ardid periodístico de crear corresponsales ficticios, gracias a los cuales el autor puede analizar desde diversas perspectivas un determinado comportamiento social. Tanto su actitud como los procedimientos literarios utilizados por Miñano posibilitaron el acercamiento entre este autor y Mariano José de Larra (1809-1837). La sátira política de Miñano queda, sin embargo, muy lejos del costumbrismo propiciado por los maestros del género. Los diez lamentos de que consta la serie suponen una beligerancia política infrecuente.
Durante el Trienio Liberal El Zurriago (1821) fue un modelo de prensa exaltada que dirigió sus «zurriagazos» contra toda moderación. A su imitación vieron la luz La Zurriaga, El Zurriagazo, El Garrote, El Garrotazo y otros muchos periódicos combativos y de corta vida. En 1828, en pleno período absolutista, Larra inicia un nuevo periodismo con El Duende Satírico del Día, en cuyos cinco números dejó correr su pluma crítica. En la década de los treinta, el periodismo satírico entra en un ciclo de expansión. Sobresale Fray Gerundio con las acertadas charlas de un fraile con su lego Tirabeque.
Para que los ejemplares de Fray Gerundio no desentonasen con la formación eclesiástica de su protagonista, Lafuente los llamó capilladas, imprimiendo en León hasta un total de 52. Trasladado a Madrid, su autor hizo una vez más gala de un fino humor. Por un lado presenta al personaje Fray Gerundio, teologista y dogmatizador. Por otro, el lego Pelegrín Tirabeque que bajo capa de una ingenua ignorancia alardea de una malignidad astuta e intencionada. Fray Gerundio gusta de la ironía y no prescinde del chiste fácil. En los medios periodísticos de la época se le comparó con Don Quijote, mientras que el ladino Tirabeque era equiparado a Sancho Panza. Mientras Tirabeque habla de la España defectuosa que conoce, Fray Gerundio lo hace de la España intachable que quisiera conocer. De ahí que lo mejor de su sátira y lo más cruel de su ironía se dirija hacia las corruptelas políticas, únicas causantes del atraso e ingobernabilidad de España. El periódico dejó de publicarse durante la regencia del general Espartero, a causa de los incidentes protagonizados por Juan Prim, diputado a la sazón por Tarragona, y el propio Modesto Lafuente.
No menos incisivo fue El Guirigay. De todas sus secciones, la más punzante y atrevida fue la titulada Cencerrada, escrita por Ibrahím Clarete, seudónimo tras el que se ocultaba Luis González Bravo (1811-1871). Las Cencerradas estaban redactadas en forma de diálogo entre dos supuestos personajes. Sus ataques contra los representantes políticos pueblan las páginas de esta publicación. Por ejemplo, en la Cencerrada del 13 de marzo de 1839 se lee lo siguiente: «¡Matar a un ministro! Es casi tanto como poner el dedo en la llaga. Matar a un ministro legalmente, en el garrote, verbigracia, es el bello ideal de la justicia humana». No menos agresiva es la Cencerrada del 27 de abril del mismo año, referida también a los ministros del Gobierno: «¿Quiénes son los ministros? Son seis hombres nulos, heterogéneos, cobardes, absolutistas, que en virtud de una orden contraria a la ley mandan contra la voluntad de la nación [...] Verdugos voluntarios que mensualmente cuentan el oro del pueblo y se lo embolsan como galardón de los asesinatos que mensualmente se perpetran por su ignorancia y tenacidad en no dejar las poltronas; como el verdugo, los ministros comen con el dinero del pueblo; como el verdugo, los ministros son odiados por el pueblo». La veta satírica iniciada en el Trienio Liberal encuentra a mediados del siglo XIX feliz continuación. El más claro ejemplo de este periodismo hermanado por las coincidencias ideológicas se encuentra en El Fandango (1844-1845), publicación insolente que atacó con dureza inusitada a los eclesiásticos. La xenofobia fue también un rasgo peculiar de sus colaboradores, hábiles maestros en la composición de epigramas en los que se censuraban las actitudes y comportamientos de franceses e ingleses.
El Guirigay, un periódico satírico, que fue clausurado por las "autoridades" el mismo año en que comenzó su publicación.
Al comienzo de la segunda mitad del siglo, apareció El Padre Cobos (1854-1856), periódico satírico de suma importancia en los anales de este tipo de periodismo. Su director, don Cándido Nocedal (1821-1885), combatió duramente y con no poca agresividad a los dos prohombres del Bienio Progresista, Baldomero Espartero y Leopoldo O'Donnell. Los artículos y diversas secciones que figuran en el periódico aparecen sin firma. En el número 2, de 1 de octubre de 1854, se recoge en la primera página una serie de interrogantes emitida por el público sobre la autoría de los artículos de El Padre Cobos. El periódico, con aire socarrón y desenfadado, oculta el nombre de sus redactores. El Padre Cobos ridiculizó al partido progresista, y especialmente a Espartero y O'Donnell. La sección del periódico conocida con el nombre de «Indirectas» atacó duramente a políticos, oradores, escritores y a todo ser humano que contraviniera las sanas intenciones del periódico, al igual que la sección titulada «Anuncios». La frase lapidaria y el estilo conciso de párrafo breve definían desde una perspectiva grotesca y ridícula a la persona que estaba en el punto de mira de los redactores del periódico.
Ilustraciones "blandas" de la época.
En los años que precedieron a la Revolución del 68 aparece un auténtico aluvión de publicaciones satíricas y festivas. Desde la llamada «era de O'Donnell» hasta el destronamiento de Isabel II, la prensa esgrime sus armas desde una perspectiva satírica y cómica, en ocasiones, y de singular virulencia en la mayoría de los casos. El matiz revolucionario suele emerger con cierta frecuencia en esta época, como en el periódico El Látigo (1854-1855), dirigido en su segunda etapa por el conocido novelista Pedro Antonio de Alarcón. Desde sus páginas, y bajo los seudónimos El Zagal y El Hijo Pródigo, Alarcón arremetió con feroz virulencia contra la religión, la monarquía y el partido conservador. A raíz del conocido lance con Heriberto García de Quevedo (1819-1871), defensor público de la reina Isabel II a través de las páginas de La Época, Alarcón fue retado a duelo por injurias a la reina. El escritor pudo salvar la vida gracias a la generosidad de Heriberto García, consumado duelista que prefirió no darle muerte. Este conocido episodio, tal como lo comentó en reiteradas ocasiones Alarcón, puso punto final a sus colaboraciones plagadas de difamaciones y calumnias, limitándose desde entonces a escribir artículos de crítica y de literatura. Por estas fechas se publicaron periódicos de muy corta duración, en el que destacó Gil Blas (1864-1872), venenoso e irrespetuoso con las autoridades eclesiásticas y políticas. Su fundador, antimonárquico y liberal, consiguió reunir a un grupo de incisivos e ingeniosos periodistas, que satirizaron hasta la saciedad a Narváez, González Bravo y O'Donnell. En las páginas del Gil Blas aparecieron las firmas de los más célebres ilustradores y caricaturistas de la época, como Perea, Ortego, Pellicer y Urrabieta. Por regla general la prensa satírica de esta época -como en el caso de El Mosquito, El Cascabel y el mismo Gil Blas- arremetió contra los personajes más afamados del momento, desde figurones, lechuginos o petimetres políticos hasta damas o damiselas de dudosa reputación. De toda esta galería destaca la figura de la reina Isabel II, dibujada en estos periódicos como hembra de trapío, oronda, redonda y con la corona torcida sobre la frente. A su lado solían figurar sus amantes o favoritos -el barítono Obregón, Marfori,..- y el rey Francisco, conocido por el remoquete de Doña Paquita o Pastaflora. Don Francisco de Asís aparecía acompañado de su amante Ramos de Meneses, su barbero de antaño, que más tarde sería recompensado con el ducado de Baños. No menos mordaces y festivas son las caricaturas de la famosa sor Patrocinio, siempre con sus llagas y aire compungido, o los padres Claret, Fulgencio y Cirilo de Alameda, dibujados siempre con los ojos brillantes, el vientre caído, los hábitos remangados y en las manos una botella, unas castañuelas o unas disciplinas flageladoras. Con igual tonalidad aparecen descritos los políticos, así por ejemplo Narváez figura siempre con tufos sobre las orejas, sombrero calañés y espadón.
Mención aparte merece “Los Borbones en pelota”. En 1986, la Sección de Bellas Artes de la Biblioteca Nacional adquirió dos portafolios con un total de 89 acuarelas de temática satírico-política firmadas por SEM y, en ocasiones, por V. Sem, Semen o V. Semen que incluían un elevado número de imágenes claramente pornográficas, en particular las referidas a la reina Isabel II durante el período 1868-1869, época de abundantes publicaciones denigratorias y obscenas generadas en relación con la familia real durante el reinado de Isabel II con la finalidad de deslegitimar la monarquía isabelina, privarle del respeto de amplios sectores de la población y, en última instancia, crear el ambiente propicio y la justificación moral de la revolución que destronó a la soberana en 1868. Según una necrológica dedicada a Gustavo Adolfo Bécquer de 1870 publicada en la revista republicana Gil Blas, Gustavo y su hermano Valeriano Domínguez Bécquer utilizaron la firma SEM para sus dibujos "en la primera época de esta publicación", fundada en 1864.
En abril de 2024, D. Pedro Sánchez se toma 5 días de reflexión, que no de licencia sin sueldo, cansado de que se metan con su esposa, primera dama, y le achaquen negocios turbios y tráfico de influencias. En la carta con la que anunció sus cinco días de reflexión, Pedro Sánchez denunciaba ser víctima de una "operación de acoso y derribo por tierra, mar y aire": "Quieren hacerme desfallecer en lo político y en lo personal atacando a mi esposa". Para ello hacía referencia a la máquina del fango, término utilizado tanto por Umberto Eco como por Roberto Saviano.
Y un servidor, tomando el mismo plazo que D. Pedro para buscar soluciones, analizado todo lo anterior y dejando a un lado los años de censura de Primo de Rivera o de Franco, prefiero más que se imposibilite y penalicen los negocios de la Familia Real y las primeras damas/caballeros, que pedir credenciales a la prensa. Credenciales que no le han supuesto a nadie el reflexionar cuando la prensa canallesca se atrevió a hablar de Corinna, de Iñaki, de Juan (Guerra), de Pablo (Iglesias) o de Rita(Barberá), hasta que el caso AZUD que investigaba la trama urbanística y la supuesta financiación ilegal del PP valenciano entre 1999 y 2013 alcanzara a varios dirigentes del PSPV como el exconcejal y ex subdelegado del Gobierno en Valencia Rafael Rubio o el responsable de las finanzas José María Cataluña. Entonces la noticia se convirtió en difamación, como en aquellos años en los que se insultaba a la jueza Alaya por la instrucción de un caso que llegado al Supremo llevó a la cárcel a unos cuantos ilustres y excelentísimos.
Porque hay una delgada línea entre lo mío y lo vuestro, y no es lo mismo lanzar noticias falsas, que no poder lanzar noticias. Las primeras tienen cobertura legal en defensa del perjudicado. Lo segundo, es lisa y llanamente todo lo contrario a la regeneración democrática, es censura.
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