Que Asco

Josemi montalbán

Verá usted, don Walia, ayer, en Sevilla, tuvo lugar una de esas tragedias anónimas a las que nadie presta atención, de las que no abre telediarios, y jamás irá en portada de los diarios en Comic Sans 48 y negrita, una más de las infinitas tragedias que acontecen a diario y a que nadie importa lo más mínimo porque nos han convertido en una sociedad desnaturalizada, deshumanizada y desalmada, a la que solo le interesa tener, y lo de ser, pues que sean ellos, parafraseando a uno de los grandes ídolos de la cabaña borrega.
La nueva víctima de la insolidaridad y la mala leche que pudre el corazón de una sociedad envilecida y embrutecida, desprendida de cualquier sentimiento de empatía por los demás, se llamaba Mahmoud Bakhum, tenía 43 años, no tenía "papeles" y se ganaba la vida ejerciendo como mantero para algún hijo de puta explotador, o alguna mafia de hijos de puta explotadores, también era vecino de la barriada sevillana de Los Pajaritos.

 

Nuestra víctima podía haberse dedicado a delinquir a lo grande, a robar bancos, a asaltar ciudadanos de madrugada, como acusan desde la banda nazi VOX a todos los Mahmoud, o aún peor y pudo haber medrado hasta una lista electoral de la banda mafiosa PP, pero no, Mahmoud, solo vendía cosas falsificadas, que, con ser nociva actividad, no es lo mismo que ser Carlos Mazón, president de la Generalitat Valenciana, pongo por caso, o una presunta homicida como Isabel Díaz Ayuso, que también nos puede servir de ejemplo de presuntos criminales mucho más dañinos para tan modélica y mojigata sociedad en la que moramos y que hemos dejado que nos dibujen los mismos hijos de puta, u otros parecidos, que explotaban a Mahmoud, a quien la policía local sevillana persiguió ayer hasta obligar al peligroso criminal, para escapar de un más que justo y merecido castigo, a lanzarse a las aguas del río Guadalquivir donde pereció ahogado. La muerte era menos riesgo que arriesgarse a ser devuelto a la miseria y la violencia de la que escapó haciéndose a la mar en un patito de goma. Fea muerte aquella de la que escapó cruzando el Estrecho en aquel patito de goma, pero que, para los que creen en esas chorradas, le dirán que era su divino destino, antes de volver al chato y a seguir despellejando a una tal Begoña, ni ellos saben por qué.
Que asco me da Walia, de verdad se lo digo.


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