El Hombre que modernizó España.

El Comunero.

Noviembre/22

 

Se han cumplido cuarenta años desde que el PSOE alcanzó el poder aquel 28 de octubre de 1982, ganando las elecciones generales con mayoría absoluta de 202 diputados de 350 posibles. Aquella fue la primera de las tres que victorias que obtendría un político, contradictorio, traidor para unos, salvador para otros, decepción para muchos, pero al que no se le puede negar el mérito de haber sido el hombre que modernizó España, Felipe González Márquez.

El presidente González asumió un reto muy complicado, guiar España hasta las postrimerías del siglo XX, partiendo desde el XVIII. Con un ejército que seguía sublevado pese a la apariencia de obediencia, una Iglesia guerrera que nunca estuvo dispuesta a renunciar a ni uno solo de sus privilegios, una banda de asesinos pegando tiros en la nuca un día sí y otro también, una endiablada situación internacional con los Estados Unidos chantajeando al Estado español para que no cumpliese su promesa de abandonar la OTAN, la Unión Europea chantajeando por su parte para aceptar unas condiciones leoninas si queríamos ser europeos, algo que necesitaba el país para poder consolidar la estabilidad y el empeño democrático, una democracia asediada por enemigos internos y externos que nunca lo pusieron fácil.

Con los poderes económicos en contra y dispuestos a dar la batalla llenando España de parados y una clase trabajadora, harta de explotación y miseria que creía llagada su oportunidad bajo el amparo del paraguas socialista, dispuesta a salir cada día a la calle en defensa de sus derechos y la exigencia de mejoras.

Cumplió el presidente, a pesar de todos los problemas, las traiciones y zancadillas, su papel de llevar a España hasta los albores del siglo XXI; cometió errores de bulto, sin duda, pero la mayoría fueron inducidos y justo es reconocer que nunca tuvo las manos lo suficientemente libres como para firmar más de un decreto que seguramente le pedía el cuerpo. Quizá su mayor error fue asentar la monarquía, pero también es cierto que ese, y perder la memoria, fue el precio que hubo que pagar para mantener una paz “cogida con alfileres”.


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