Diciembre, el mes de la felicidad.

El Colorao.

Enero/23.

 

Podíamos hablar en esta columna de muchas cosas, de la vida y de la muerte; de lo que es y de lo que no es, o de tantas otras cosas.

Pero vamos a hablar de diciembre, de ese diciembre que acabamos de dejar atrás.

De esos días de alborozo y regocijo, de alegría y felicidad, porque ha nacido el Niño-Dios, que ya habrá tiempo en Semana Santa de putearlo y de darle más palos que a un pulpo, antes de pensar en las vacaciones.

Solemos a aprovechar a tope estos festivos días, porque después viene la vida real. Las facturas las hipotecas, el IPC, el colegio de los niños, la subida del convenio, (el convenio, que risa.) etc…

Pues como os decía, hablamos de diciembre, de esas fiestas navideñas tan entrañables, donde cada uno saca sus reservas de hipocresía, para intercambiar con la hipocresía de nuestros semejantes. Que tienen tanta o más que nosotros.

Son días de excesos, porque hay que comer, como si no hubiera un mañana y beber como los peces en el rio. Después ya vendrán los días del “recalentao” y de comernos todo lo que ha sobrado, aderezado con Almax. Somos así de imbéciles.

Hubo que demostrar que éramos felices y deseamos la felicidad de los demás, por decreto divino, que luego ya veremos…

Nos sentamos a una mesa adornada con las mejores galas, donde nos dejaron los cuñaos o los sobrinitos. Y si no donde nos indicó la consorte, asesorada por tu querida suegra. Y se habló de lo ocurrido a esa prima que no está, (que si estuviera nadie diría nada), del gobierno… Suegra, cuñadas y consorte seguramente mencionaron alguna de las tantas noticias de actualidad, alguien habló de Sálvame, o de los logros de algunos de esos concursos de “me acuesto con este, delante de mi novio y viceversa” y miraste con cara de asombro como otro alguien entraba al trapo.

Los cuñados te contaron lo bien que les van las cosas, (aunque tengan más trampas que una película de chinos) porque siempre que quedas con ellos, te restriegan eso de: “Pues a mí me va de puta madre”.

No lo hacen con mala intención, solo lo dicen para ver la cara de gili… que se te queda. Se habló seguramente de futbol (un clásico de las reuniones navideñas) pero este año está la cosa muy delicada. Yo decidí no tocar el tema. Pero los cuñados son osados y audaces, y lo sacaron.

Supongo que ni se te ocurrió decir, que el Mundial de Futbol ha sido una vergüenza, que Qatar es un país sin el mínimo respeto de los derechos humanos, que han comprado el Mundial a base de talonario a los sinvergüenzas de la FIFA, ni que han muerto 6.500 trabajadores que vivían peor que animales.

Alguno te dijo, que en Qatar se vive de puta madre. Que ojalá él pudiera vivir allí. Y te quedaste con ganas de responder; ”a ver, tonto l´haba, allí se vive de puta madre, si eres catarí, musulmán o al menos, tienes una carrera y vas a trabajar a sus órdenes y bajo sus normas. Si vas de currito que vas a llevar más palos que una estera”. Pero no le dijiste nada, lo dejaste sumido en su ignorancia; porque de haber dicho algo, hubiera sacado cien argumentos estúpidos y no hubiera cejado hasta dejarte en ridículo delante de los demás.

Tú intentarías meter en la conversación a Amir Nasr-Azadani, para tener algún argumento de peso para estar en contra de toda esa farsa, y encender un mínimo de luz sobre tanta banal simpleza, y alguno de los presentes preguntaría; “¿y quién es ese?”… Con ese tono, de querer decirle a los demás: “Ya está aquí el enterado”, y te hubieras visto obligado a responder que es el futbolista, que van a ahorcar en Irán por defender las protestas y los derechos de las mujeres. Y que es una vergüenza, que ningún organismo oficial, ni deportivo ni político haya hecho comentario alguno sobre el asunto.

Allí, ya se sabe. Siempre están igual, te diría el más ilustrado. ¿Pero a vosotros que os parecen?

Y repararías en que has dejado a todo el equipo familiar, en fuera de juego, suegro incluido. Que atrevimiento el tuyo; querer mezclar futbol con derechos humanos, justicia y esas cosas…

Alguno incluso te miró mal, y lo admito, un futbolero no se tiene que preocupar de eso. Eso es cosa de listillos.

Después de un tenso silencio, el más agobiado de todos, se descolgó con algún comentario de Luis Enrique y todos salvados. Con eso hubo tema de discusión para un buen rato.

Se te ocurrieron mil respuestas, pero te levantaste y fuiste al baño. Un buen rato después cuando volviste, seguían dale que te pego con Luis Enrique, la selección, y la madre que parió al mundo del futbol.

Intentaste servirte algo de marisco, el cordero, después de haber cogido las mejores tajadas, parece que lo haya torturado Torquemada, y lo único que queda es una bandeja con dos cabezas de gamba rebozadas en mayonesa. Así que esperaste al postre, que al fin y al cabo lo sirven en platos individuales, y algo te tocará.

Pensaste, pero desististe, en cambiar la conversación, y hacer un comentario sobre el nacimiento de Cristo.

Sobre que has leído que posiblemente no naciera en Diciembre, sino en alguno de los meses de verano, y que posiblemente no fuera rubio, ni de ojos azules, sino quizás asiático o de raza negra.

Pero ni se te ocurrió, si no habías tenido bastante con los “cuñaos” ya solo te faltaba tocarle las narices a la suegra, que lo primero que te diría, muy indignada, es eso de: “al niño Jesús ni me lo toques”.

A mi suegra no la puedo debatir eso. Anda que no tiene ella estampitas de Jesús, y en todas tiene el cabello rubio y los ojos azules.

Así, que opto por esperar que el confinamiento anual y de obligado cumplimiento termine de una puñetera vez y poder largarme a mi casa.

No falta nunca el comentario de mi consorte, que todos los años me dice lo mismo: “es que hay que ver cómo eres, siempre tienes que estar tocándole las narices a mis hermanos”.

Hago “mutis por el foro” y espero los saludos de despedida, con los consabidos tópicos de siempre: “Bueno, a ver si nos vemos más; ya si eso vamos hablando, quedamos un día, te llamo, y demás gilipolleces por el estilo.

Cuando salgo por la puerta; bendita liberación, alzo el brazo y digo en silencio:  “ahí os quedáis, y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga”.


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