Sodomizados y paganinis

Josemi Montalbán.

Septiembre/23

 

 

El problema que padecemos en España y que no se da en otras naciones que han sufrido el terror y la lacra de una dictadura, da igual el apellido de la misma, es que en España nos mintieron y se nos dijo que nuestra modélica y envidiada Transición nos conduciría al paraíso democrático, cuando en realidad lo único que hizo fue garantizar la continuidad del régimen franquista

 

 

No me ha sorprendido, es más lo esperaba, esto de la designación, por costumbre, de Alberto Núñez Feijóo, por parte de su majestad Felipe VI como candidato a formar gobierno, es la lógica defensa del régimen ante las feroces acometidas independentistas que pretenden no romper nuestra singular España, como mienten los franquistas, sino legitimar lo que ya fue legitimado por el pueblo, pero desprovisto de legitimación por las hordas de la Luftwaffe nazi, y normalizar lo que de hecho es la actual división territorial de nuestro singular país, con una república federal, moderna y avanzada, donde la cohesión territorial no venga impuesta por las amenazas, ni la fuerza de los piolines, y sea algo nacido del diálogo, el acuerdo y la disensión, como civilizado país, que a pesar de la vergüenza de las fiestas taurinas, se supone que somos.

El problema que padecemos en España y que no se da en otras naciones que han sufrido el terror y la lacra de una dictadura, da igual el apellido de la misma, es que en España nos mintieron y se nos dijo que nuestra modélica y envidiada Transición nos conduciría al paraíso democrático, cuando en realidad lo único que hizo fue garantizar la continuidad del régimen franquista, al que se desvistió de sus ropajes de rancio y pana, y, después de darle un baño de ligera tolerancia, nos lo maquearon con el traje a medida de la presunta democracia que nos trajo el régimen del 78, en un exitoso y muy bien pergeñado plan de cambiar algo para que nada cambie, todo ello bajo la permanente amenaza de una nueva confrontación civil, si no se cedía al chantaje del ejército franquista, la iglesia franquista, la judicatura franquista, la banca franquista, la casta franquista y la burguesía franquista. Y se cedió. 

Se nos mintió al decirnos que España, no solo era una democracia, es que, además, era una democracia, avanzada y moderna en la que el franquismo había muerto con Franco. Cuando la realidad es que España es un reino, una monarquía, por tanto, todo lo parlamentaria que usted quiera, pero monarquía, es decir que el jefe del estado es un rey, un rey que, además, nos fue impuesto por un genocida y que desde un principio se nos dijo que era figura de Lladró y no mandaba, y eso también era mentira, porque el rey manda y manda mucho. 

Manda tanto nuestro monarca que, en lugar de ser el Parlamento, columna vertebral de nuestra moderna, plena y consolidada democracia el que proponga de entre los representantes del pueblo a un candidato que sea investido cabeza del ejecutivo por los propios parlamentarios, y después comunicado su nombramiento al jefe del estado que, le guste más, menos o nada, se chincha; es su majestad, en un generoso gesto de solidaridad con los señores diputados, siempre tan atareados, quien propone a un señor que los representantes del pueblo deben ratificar, o no, que ya se verá porque el rey no manda, pero la opinión del rey, es la opinión del rey.

Y nuestro monarca ha mandado que, pese a que no cuenta con los apoyos parlamentarios necesarios para sacar adelante su proyecto político, el candidato a presidir el futuro gobierno de España sea Alberto Núñez Feijóo, dejando claro no solo que su majestad manda mucho, también que es un soberano políticamente comprometido y no precisamente con la opción de progreso. 

El rey ha justificado en la costumbre –a pesar que en la Constitución nada se menciona sobre tal “costumbre”- de designar al ganador de las elecciones, su decisión de promover la candidatura franquista del embustero líder del PP, para intentar regatear la opción satánica y más viable del pérfido sanchismo, que previsiblemente si cuenta con los apoyos parlamentarios necesarios para formar gobierno, pero sería ese un gobierno que a juicio de los franquista y según parece de su majestad, pretende la disolución atea y republicana de nuestra patria, reserva y caverna del nacionalcatolicismo y cofre que guarda la verdadera fe y las leyes fundamentales del franquismo. 

Una designación por tanto la del rey que, sin maquillaje, pretende preservar la España conservadora, taurina, desigual, racista, folclórica e inculta, frente al avance de la España de progreso, derechos y libertades, que nos conduciría sin remedio a un estado más justo e igualitario, algo inaceptable hoy como ayer, por la España de siempre fielmente representada por Núñez Feijóo y don Felipe de Borbón.


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