La verdad
Gregorio Duque.
Febrero/24.
Gracias a la verdad, al hecho inmutable, podemos saber y rebatir la sarta de mentiras e imbecilidades que de forma totalmente intencionada, indocumentada, o ambas, se vierten en prensa radio y televisión.
No hace falta ser un eminente politólogo, sociólogo o antropólogo, para intuir que el pueblo español es un amasijo de miembros y miembras potencial y fácilmente influenciables. Baste recordar la entrada y salida de de los juzgados malagueños de Doña Isabel Pantoja para la lectura de la sentencia del caso Malaya, y que la misma señora que la piropeaba e intentaba besar al grito de “¡Guapa!” fue una de las que se llevaron un mechón de pelo natural de la tonadillera en el momento de entrar en el coche al grito de “Choriza”.
Ante una población mayoritariamente moldeable, quedan dos opciones: construir un verdad, sobre datos objetivos imposibles de combatir, o participar y ser parte del yunque que forje a la opinión pública. Esto ha sido así desde que el diablo decidió ponerse unos calzones para que no le colgaran los bajos. Y así, dejando para los cuatro inadaptados que escarbamos en bibliotecas, archivos, biografías oficiales y versiones oficiales, dejar para la opinión pública de pro, la de codo en la barra del bar, si Carles es terrorista o no, si Otegui lo fue o no, si con las narcolanchas se puede pescar medregales a jiging o si no sirven para otra cosa que portar droga, si la amnistía es constitucional o si la amnistía es el impuesto revolucionario de quienes se avergüenzan tanto de pactar como los que han de elaborar el texto para que lo rechacen los solicitantes
Estar informado, estar al tanto de todo, dependiendo -por supuesto- (nota: no obviamente), de si uno es lector de Público, El País, El Mundo, La Razón, ABC, o si es escuchador de la SER, la COPE, Radio María, o visor de La Sexta, Antena 3, Telecinco, Cuatro, Trece o El toro, aunque la única verdad es que la muchos consejos de administración han decidido crearse ellos mismos su competencia, y que el españolito deje de ver Antena 3 para irse a la Sexta, que viene a ser lo mismo que pasar de los 40 principales a Cadena Dial.
Gracias a la verdad, al hecho inmutable, podemos saber y rebatir la sarta de mentiras e imbecilidades que de forma totalmente intencionada, indocumentada, o ambas, se vierten en prensa radio y televisión. Y tomando como referente del reciente dato del Instituto de Estadística que señala que el 42% de los canarios admiten que no han cogido un libro en su vida y que, más menos, todas las Comunidades Autónomas de esta plurinación andan por el estilo, y que del 48% restante un importante porcentaje hace cola durante horas para que Jorge Javier, Ana Rosa o Belén les firme su libro, y otros tantos el único libro al que acceden es al premio Planeta que les regala la suegra todas las Navidades, el problema del ministerio de Cultura del gobierno de progreso que tenemos la suerte de que nos gobierne, se está preocupando más por esa parte que sí que leemos, que sí que debatimos, que sí que rebatimos, que si que buscamos la fuente y que alcanzamos la verdad, que por el resto de analfabetos, idiotas, amebas y encefalogramas planos.
Aquellos que aún pretendemos agarrarnos a la oficialidad para verificar o contestar noticias, declaraciones, libros, que vayan contra la verdad, hemos observado con mucha preocupación la noticia de finales del mes pasado en la que el señor ministro de lo cultural, Ernesto Urtasun, ha anunciado que su ministerio iniciará un proceso de revisión de las colecciones de museos estatales que “permitan superar un marco colonial o anclado en inercias de género o etnocéntricas que han lastrado, en muchas ocasiones”, la visión del patrimonio, de la historia y del legado artístico, intentando “superar este marco colonial”. Lo anterior, salido de un ministro de Podemos en un gobierno de Pedro Sánchez, y fruto de los compromisos internacionales asumidos por España, le generan al firmante de esta “Costra Nostra” el mismo recelo que si lo hubiera manifestado Ortega Smith en un gobierno de Feijóo.
Y ello, porque nada impide que entre ese elevado porcentaje de analfabetos, puedan estar ministros, directores generales, secretarios de Estado, diputados o senadores, pues el sufragio censitario ha desaparecido, y tanto elector como elegible no precisan más requisito que la edad y la residencia, sin que deba acreditarse que ha superado la ESO o si se ha leído El Lazarillo de Tormes (el cual define tan bien al español, que su autor no lo firmó para que no lo ajusticiaran).
Según Urtasun, los museos son organismos vivos que responden a cuestiones y debates de su tiempo, y por ello se ha comprometido a establecer espacios de dialogo e intercambio que permitan superar el marco colonial, asumidos por España en la última cumbre de Mondiacult y en el 10ª Encuentro Iberoamericano de Museos de 2022, y que se traducen en un proceso de revisión de las colecciones de los museos estatales dependientes del Ministerio de Cultura.
No dudo de las iniciales buenas intenciones del ministro, pero la verdad no acompaña a sus declaraciones, y eso me lleva a desconfiar de esa política transversal que se lleve a cabo en los museos estatales. Me refiero a que todas estas declaraciones las realizó Urtasun en la Comisión de Cultura, en una sesión en la que se enzarzó con los representantes de Vox, afirmando estar “francamente preocupado por el ascenso de fuerzas” como la liderada por Santiago Abascal y que va a estar “enfrente” de sus actuaciones en el sector. “Defender la cultura española en estos momentos es defenderla de ustedes, que son actualmente el principal problema que tenemos en materia del regreso de la censura en España”, remarcó el ministro tras las palabras del portavoz del Grupo Parlamentario de Vox, Joaquín Robles. Lo cual es verdad, pero también lo es que este Gobierno ha censurado el contenido de las negociaciones en Rabat, ha censurado información relativa a venta de armas, ha censurado noticias relativas a las dotaciones de material a las unidades policiales que combaten el narcotráfico, o el contenido de las negociaciones con los partidos políticos que le apoyan. Y la verdad es que esta censura no ha motivado preocupación al señor Urtasun, al ser una censura progresista, cuando la verdad es que la censura, como el delito, como la corrupción, no tiene más bandera que el que la defiende y el que la oculta.
En un museo alemán, a los pies de un cuadro de De Chirico, se narra que el pintor, cuando visitó el museo y vio la obra, señaló que la obra no era de él, y que más que probablemente fuera obra del pintor y falsificador Óscar Domínguez. Todo lo cual es verdad. Otros, más que probablemente, hubieran retirado el cuadro.
Y es que, como señalé, puede haber buenas intenciones entre los museos estatales de los países con pasado colonial, pero a lo mejor en vez de contar la verdad, llevada al siglo XXI, optamos por suprimir muchos capítulos de ese pasado colonial, y que pudiera llevar, por ejemplo, a que desapareciera el apellido Borbón de los mayores tratantes de esclavos en las colonias gracias a Doña María Cristina, la que nos quería gobernar y le seguíamos la corriente, o que muchos tesoros se obtuvieron a garrotazos, pero otros llegaron a ser regalos, bien del jefe tribal, bien del Estado recién constituido y que hasta hace bien poco hacían ofrendas como la de la República de Perú en la Iglesia de Santa María La Mayor, en agradecimiento por la conquista española.
El pasado colonial ha existido en España hasta 1975 con el Sáhara. Otros afirman que se mantiene en 2024. Lo cierto, la verdad, es que los museos y archivos han actuado y actúan de forma colonial hasta con la comarca de debajo de donde esté ubicado el museo. Canarias tiene momias guanches repartidas por muchos museos nacionales y extranjeros, y el Archivo de Salamanca dispone de toda la biblioteca y documentos de la logia masónica Añaza de Santa Cruz de Tenerife, lo mismo que el Tribunal de Justicia de Cataluña ha enviado a juicio a los exconsellers de Cultura Lluís Puig, huido de la justicia española, y Santi Vila, acusados de desoír la orden judicial para que devolvieran al Monasterio de Sijena (Huesca) las más de 80 obras de arte depositadas en el Museo de Lleida.
Pretender descolonizar los museos en ningún caso puede suponer revisar la verdad irrefutable del pasado colonial de España, y mucho menos que la revisión se realice por indocumentados de los que no han cogido un libro en su vida, que, según los datos más optimistas, casi alcanzan un 50% de los que pastamos por estas tierras.
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