El día D

Jaime Tenorio.

Junio/23.

 

El seis de junio de 1944, a medianoche dio comienzo la Operación Overlord más conocida por <<El Día D>>.  

 

 

Dirigida por Eisenhower estuvo destinada a poner en las playas francesas de Normandía a casi ciento cincuenta mil hombres, que iniciaron la liberación de Europa del terror nazi. Al alba, comenzó el desembarco, en cinco lugares clave de la costa gala, después de un formidable y masivo bombardeo marítimo de las posiciones alemanes, que, a pesar de la lluvia de fuego, se mantuvieron enteras y en condiciones de ocasionar cuantiosas bajas entre las tropas aliadas, que finalmente lograron su objetivo.  

Era el principio del fin del III Reich. Miles de hombres murieron aquel día para librarnos de una lacra humana que, por desgracia, ocho décadas después hemos permitido que vuelva a amenazar a nuestros hijos. 

Fue aquella la mayor operación de desembarco militar vista hasta aquel momento en la historia hasta la fecha con el concurso de más de cinco mil buques de todo tipo.  

La acción comenzó con un bombardeo aéreo-marítimo y masivo de la costa francesa de Normandía, en el intento (fracasado) de eliminar las formidables defensas que los nazis, muy bien dirigidos por su general más eficaz, Edwin Rommel, habían preparado. Aunque Rommel en el momento de la invasión aliada se encontraba en Berlín, celebrando el cumpleaños de su esposa

Lo aliados decidieron que el desembarco debía llevarse a cabo en cinco puntos distintos de la costa, denominados; Utah, Gold, Omaha (donde el combate fue más encarnizado y en la que más vidas se perdieron), Juno y Sword. 

A pesar de la enorme cantidad de material y soldados movilizados por los aliados, el desembarco estuvo a punto de fracasar y solo la indecisión de un Hitler inducido al engaño por la inteligencia aliada y su propia incapacidad hizo posible que, a pesar de los numerosos errores, los adalides de la libertad lograran asentarse en Francia e iniciar un rápido avance hacia el corazón de la Alemania nazi que terminaría capitulando un año después. 

Todo un esfuerzo bélico, con el sacrificio de millones de jóvenes, para acabar con la lacra del fascismo, un empeño que después de cinco años de guerra y más de 60 millones de muertos, logró un mundo en presunta libertad, para que hoy, 77 años después, estemos viviendo el renacer de aquel mortal virus que creíamos extinto, tras vacunar contra el mismo al planeta con dosis cultura y conocimiento. Sin embargo, el descuido de esas áreas en los últimos veinte años ha permitido que los miserables agazapados y ocultos entre los pliegues de una democracia, siempre imperfecta, hayan socavado los cimientos de nuestra sociedad de nuevo. Y estén ahí, amenazando una vez más nuestras libertades y la vida de nuestros hijos. 


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