Diciembre de 1941, Japón ataca a Estados Unidos

Jaime Tenorio.

Diciembre/22

 

A primera hora de la mañana del 7 de diciembre de 1941, aviones de la armada imperial japonesa a las órdenes del almirante Isoroku Yamamoto, atacaban sin previo aviso a la marina de los Estados Unidos anclada en Pearl Harbor, donde, "casualmente", pocos meses antes, el gobierno norteamericano había trasladado su Flota del Pacífico, desde su base de San Diego, en territorio continental.
La intención de los nipones con aquel ataque era eliminar la flota estadounidense en el Pacífico, y evitar de este modo que pudiera intervenir en la prevista invasión japonesa del sureste asiático para hacerse con sus vastos recursos naturales.
El ataque resultó devastador y en el mismo los estadounidenses perdieron casi 3000 hombres y ocho acorazados, (de los que seis fueron recuperados y devueltos al servicio), así como otra decena de buques menores. Por "fortuna" para los intereses yanquis, los japoneses ni tan siquiera intentaron atacar la central eléctrica, los depósitos de combustible, las antenas de emisión o la base de submarinos, un terrible "error", incomprensible en un avezado y más que apto militar como Yamamoto.

Hay que reseñar que, por esas casualidades increíbles de la vida (tan increíbles que son muchos los historiadores que cuestionan la versión oficial), el principal objetivo de los aviones nipones que eran los portaaviones de la armada USA no estaban aquella mañana en el puerto, porque dos días antes recibieron la orden de partir que también es "mala suerte" para Japón, caray, hacia diferentes destinos.
Al día siguiente de este ataque a "traición" las reticencias del pueblo estadounidense a entrar en el conflicto bélico de la Segunda Guerra Mundial (un acto deseado por las grandes corporaciones financieras que llevaban meses presionando al presidente Roosevelt para que derogara el acta de no intervención), desaparecieron y de una postura de neutralidad, por el arte de magia habitual de la prensa norteamericana, se pasó a la aclamación por la guerra, de un confín a otro del país. Una declaración de guerra al imperio de Japón que se materializó al día siguiente con un Roosevelt indignadísimo por aquel acto de vileza nipón.
Casualidades de la vida, ya ven, más o menos fue lo mismo que ocurrió en la primera escabechina, o la guerra contra España.
Pero no deben ustedes pensar mal. Aquello también fueron meras "casualidades"


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