El Gobierno de la nación decidido a dar cumplimiento del mandato del pueblo y hacer que la oposición cumpla con lo establecido en la Constitución, y lograr un acuerdo con el Partido Popular para la renovación del Consejo General del Poder Judicial, un órgano fundamental para la marcha de la democracia y que llevaba en funciones desde hace más de cinco años, por la negativa de los populares a pactar su renovación, dio un puñetazo en la mesa y dijo ya basta.

El Ejecutivo de Sánchez, cansado de la situación de interinidad de un órgano de vital importancia para la gobernación del país, en un zurcido ciertamente inconstitucional de los de la formación derechista, actuó de oficio, en mitad de un clima ciertamente hostil por parte de la extrema derecha, y dar un “ultimátum” al líder de los populares, Alberto Núñez Feijóo, para llegar a un acuerdo antes de final de junio y solventar el antidemocrático entuerto, o el Gobierno impulsaría una reforma legal que permitiera su desbloqueo. 

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez no llegó a explicar en qué consistiría exactamente esa reforma, pero los especialistas en la materia apuntaron a que iría seguramente encaminada a cambiar el procedimiento de elección de los magistrados del Supremo, encargado de juzgar los delitos cometidos por políticos, para que no dependan del CGPJ, lo que facilitaría la renovación porque los partidos perderían el interés actual por controlar el órgano supremo de los jueces.

Un puñetazo gubernamental que ha resultado ser dado con "mano de santo" porque en la organización conservadora rápidamente se pusieron de acuerdo y acuerdo Habemus.

La democracia es un sistema político (dicen que el menos malo) en el que el pueblo decide quien lo gobierna y quien deja el poder, pero sucede que el poder crea adicción y algunos adictos que lo han alcanzado, después no quieren abandonarlo y su síndrome de abstinencia nos lo hacen padecer a todos.

En España padecemos al Partido Popular, que casa perfectamente con la anterior definición de adicto al poder. Un partido que no se conforma cuando pierde, y se revuelve contra la democracia con la virulencia del toxicómano con el mono puesto, que agrede con cuanto está a su alcance, con tal de volver a chutarse lo antes posible, y en el empeño de satisfacer su adicción no le importa romper los cristales de las instituciones, ni volar las bases del resto de poderes, comenzando por el Poder Judicial, al que mantiene secuestrado desde hace más de un lustro, exigiendo como rescate el gobierno de España, un poder prisionero al que, entretanto, utiliza para minar los cimientos, ya bastante agrietados, de una democracia que acepta pero jamás le ha gustado, en el espurio interés por hacer caer a un gobierno legítimo, con los modos acostumbrados del abusón; "quita de ahí, que me pongo yo". Porque los herederos del franquismo consideran que el Poder les pertenece en exclusiva, como las calles, y los juzgados.

Merdé.

Desconozco si Milei se droga, no le he visto ingerir sustancias. Tampoco sé si está alcoholizado, no ha bebido nunca en mi presencia. Mucho menos afirmaría que padezca desequilibrios psicológicos profundos, jamás cayó ante mí ningún diagnóstico suyo.

Puedo sin embargo afirmar, que veo en él a un tipo muchas veces, tal que, si estuviera drogado hasta las trancas, bebido hasta el gaznate, y loco de remate y con consecuencias peligrosas para sus semejantes.

No valoraré si es un mediocre, un frustrado, o un solitario al que nadie quiere ni quiso. Nada de eso sería excusa para entender como un mérito que destruya Argentina, tal que, si fuera un pueblo comprado de saldo en unas rebajas que, desesperado, se comió el señuelo del progreso y la libertad. ¿Os suena?

Desconozco si Ayuso roba con lujuria para los suyos, ni si en conciencia lleva los 7291 muertos del Covid en Madrid bajo su responsabilidad, hasta que las sentencias en firme no lo acrediten. Ahora bien, que la veo como a una vulgar ratera y asesina, eso no me lo quita nadie.

Ayuso impone a Milei una medalla de hojalata matritense, y ambos constituyen así la unión ibérica de macarras ultraderechistas.

¡Merde!

Specula.

"La vieja idea, intelectualmente perezosa, por cierto, de que los ricos solo pueden ser de derechas, como si no hubiera principios que una persona pudiera mantener por más que cambie su cuenta corriente".

Julia Otero.

¿Y no podría subir en el ascensor, como todo el mundo?

Tú ya no me quieres...

Jesusito de mi vida, tú que eres niño como yo, dame paciencia...

Juan Carlos I ha sido el mejor portavoz y la mejor imagen del Reino de España en el exterior".

Mariano Rajoy.

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