Gran Bretaña, zona catastrófica
Josemi Montalbán.
Agosto/24
Tras el periplo liberal británico, en el que los conservadores lo único que han logrado aumentar, además de las rentas de los ricos, es la dependencia de la población de Reino Unido de los bancos de alimentos a los que el recurre el 60% de las familias, la mayoría de ellas con trabajo estable en ambos cónyuges, que se ven incapaces de mantener ingresos para alimentación, al tener que hacer frente a desmesuradas facturas energéticas y médicas.
Después de tres lustros de liberalismo, los súbditos ingleses de su desternillante majestad británica, han decidido que ya está bien de hacer de Pérez, para que los Jonatan, los Cayetano, los Borja y los Smith de los Smiths de toda la vida se hagan más asquerosamente ricos de lo asquerosamente ricos que ya eran hace quince años, y han optado por votar a un gobierno progresista que, literalmente ha arrasado a los conservadores que en estos tres lustros han logrado rebajar tanto los impuestos que el nuevo gobierno laborista de Keir Starmer va a tener que recurrir a la venta de algo de las reservas oro de la Gran Bretaña, para poder hacer frente a las nóminas de los funcionarios, porque claro, ahora no se le puede pedir a los ricos que paguen todo aquello que los de Boris Johnson y predecesores, pero sobre todo el chalado Johnson les perdonó, mientras sangraba a la clase media que ha pasado a ver cómo la vivienda se le convertía en un artículo de lujo que se ha vuelto inalcanzable para el 65% de una población que ha asistido indolente en estos casi quince años a la destrucción paulatina, pero sistemática de la sanidad pública, mientras ingentes cantidades de libras de todos terminaban en los bolsillos de unos pocos accionistas de la sanidad privada.
Tres lustros de conservadurismo, de política liberal a lo yanqui, que ha generado que el 50%, de la población, ¡el 50%, Pérez! Este viviendo por debajo de lo que se considera vida digna y casi el 40% de esos relamidos que se paseaban con aíre de perdona vida por la idem, viva ahora en el umbral de la pobreza. Un periodo liberal en el que los conservadores lo único que han logrado aumentar, además de las rentas de los ricos, es la dependencia de los bancos de alimentos a los que el recurre el 60% de las familias, la mayoría de ellas con trabajo estable en ambos cónyuges, que se ven incapaces de mantener ingresos para alimentación, al tener que hacer frente a desmesuradas facturas energéticas y médicas. Un tétrico panorama que se mantuvo oculto a la población por las aportaciones de la Unión Europea y que terminaron de hacerse evidentes tras el "Brexit" conservador que sacó a Gran Bretaña de la Unión Europea (según la disposición de los Estados Unidos) y que terminó por hacer caer el muy debilitado y herido coloso inglés que tardará decenios en poder recuperarse, si es que lo hace alguna vez.
Todas estas desgracias que le cuento, Pérez, han sido propiciadas por un gobierno liberal, sí, pero de gente culta, con un coeficiente intelectual aceptable, moderna, con una larga trayectoria democrática, un acreditado respeto por las reglas y a las leyes, en una sociedad con unos medios de comunicación que aún cumplen con su labor de fiscalización del poder y una cultura democrática fuera de toda duda.
Piense usted ahora, Pérez de mis desvelos, la que nos pueden liar en España mis patrióticos y "unineuronales" primos franquistas de la organización criminal PP, sus cómplices retrasados mentales nazis de VOX y los aliados adeptos sietemesinos del rosario y la fruta.
Por cierto, y a modo de advertencia, mi querido Pérez, el descalabro electoral de los "Torys" de su desternillante majestad, ha llegado acompañado de un espectacular aumento en el voto de las boñigas fascistas que, sin ser Francia, es tan significativo que acojona más que preocupa.
En fin, que de momento los ingleses, que por una vez han hecho las cosas bien, se unen a los españoles en nuestra labor de contención al fascismo internacional. Una labor en la que nos vendría de maravilla que Francia arrimara el hombro el próximo domingo.
Para nosotros se puede quedar corta la declaración de "zona catastrófica" y lo mismo hay que inventar un palabro nuevo para designar la ruina hispana, lo mismo que para definir el grado de gilipollez de los hispanos.
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