Goodbye Black Friday, hello Black Fraudey
Gregorio Duque.
Diciembre/24.
El Black Fraudey podrá llevarnos a celebraciones como el pasarnos por la pernera el cinturón sanitario a la ultraderecha cuando de lo que se trata es de acordar la vicepresidencia en la Unión Europea, el que se le siga comprando combustible a un genocida, el que ultraderecha e izquierda derroquen al centro que pidió el apoyo de la izquierda para perpetuarse frente a Le Pen, que los contratos administrativos de un ministerio estén en un listado de “preadjudicados”, que haya gentuza en la calle que se haya hecho millonaria jugando con la muerte durante la pandemia
El cuarto jueves de noviembre se celebra en los Estados Unidos el día de Acción de Gracias, y al día siguiente, se conmemora ya en todo el planeta el “teledririgismo” consumista enfocado a calentar economías, recalentar tarjetas de crédito, aligerar regalos navideños y demás chorradas varias, pues una de las pocas cosas que no se pone a la venta durante esa semana frenética son cursos o manuales para gestionar de forma racional la economía doméstica, y ya, de paso, la institucional.
Pese a celebrarse en noviembre, el Black Friday se originó un viernes 24 de septiembre, de 1869, cuando los agentes de bolsa Jay Gould y Jim Fisk intentaron acaparar todo el mercado del oro aliándose con Boss Tweed, un famoso político de Nueva York, aunque fracasaron en su intento, pese a intentar sobornar a personajes importantes de la época, incluidos algunos jueces. El plan falló, el precio del oro se desplomó en minutos y muchos inversores se arruinaron, denominándose aquella jornada como el “Viernes Negro”, expresión que volvió a usarse casi un siglo después (mediados de 1950), con la celebración de un partido de fútbol americano entre el ejército y la marina estadounidense en Filadelfia, en fecha previa a la Navidad, y que produjo tal caos que la policía ni pudo descansar por aquellas fechas, ni nadie pudo hacer turnos inferiores a doce horas diarias. Los comercios de Filadelfia recordaron aquella locura consumista y los siguientes años fueron anunciados y bautizados con aquel “Viernes Negro”, pero no ya en septiembre o en diciembre, sino en el mes en que al comerciante le sale de sus adentros, aunque después se intente a justificar la fecha hasta con el nacimiento del burro en el que se montó María.
Fue en 1975 cuando el New York Times, un 19 de noviembre y para referirse al enorme atasco que se produjo en la ciudad a raíz de las rebajas del día posterior a Acción de Gracias, volvió a referirse al término del Viernes Negro, que se han ido extendiendo en popularidad y gilipollez, cuando por ejemplo los almacenes Walmart y Sears ofrecían en 2003 a sus clientes jugosos descuentos si iban a comprar a las cinco de la mañana, o cuando en 2011 abrieron las puertas de sus tiendas a las diez de la noche.
En España, el Boom del Black Friday llegó en 2012 de la mano de la cadena alemana MediaMarkt. Inicialmente parecía una frivolidad y la acogida no fue muy entusiasta. Sin embargo, en 2013, grandes empresas como El Corte Inglés o Amazon se sumaron también a esta moda consumista. Desde entonces, cada vez más comercios y grandes almacenes se han unido a la iniciativa ofreciendo grandes descuentos a los compradores. Ya en 2015 la popularidad de la iniciativa estaba tan implantada en España que más de dos millones de personas compraron ese día, gastando una media de casi trescientos euros en una sola jornada.
Y como si ya te pillé en una te puedo pillar en diez, aparece una nueva jornada , el Cybermonday, el cual se celebra el lunes siguiente al Black Friday, y que se dedica a las ventas por internet. Así no sólo se incita a comprar el viernes, sino que la cosa se alarga todo el fin de semana hasta el lunes, sumando cuatro días de compras sin parar. Es por eso, que ya puestos, además del citado Cibermonday, les propongo a todos ustedes, estimados lectores, que implantemos otro día más: el Black Fraudey, en el cual no tengamos que comprar absolutamente nada y nos dediquemos de forma compulsiva a cagarnos en todo lo que trepe, nade, vuele o se sumerja, hartos ya del enorme fraude al que nos están sometiendo unos y otros, de allá o de aquí.
Así, por ejemplo, podríamos celebrar el Black Fraudey cualquier día del próximo 2025, al ver por ejemplo que Vladimiro amenaza con lanzar sus nuevos juguetes Oreshnik no sólo a sus enemigos ucranianos, sino también a sus clientes europeos a los que en más de mil días de invasión no ha dejado de tener relaciones diplomáticas y comerciales. Sería igualmente válida una celebración del Black Fraudey si vuelven a quedar elementos del misil lanzado por Vladimiro y siguen apareciendo componentes made in USA, CEE o Canadá.
El Black Fraudey podría ser el sustitutivo de la apertura del año judicial o de la celebración de S. Raimundo de Peñafort. Se podría fijar como primera fecha, como aquel viernes posterior a Acción de Gracias, el día en que el presidente norteamericano dijo que no iba a interferir en la acción de la justicia, o el día en el que comunicó que el juicio por tráfico de drogas, posesión de armas y evasión fiscal era un "un error de la Justicia", o, incluso, el día en el que el sr. Biden le da el indulto total e incondicional a un golfo, por muy hijo tuyo que sea, justificando tal medida señalando que ."la política ha infectado este proceso y ha llevado a un error de la Justicia".
Goodbye, Mr Bidem
Ya puestos, días de Black Fraudey podrían ser todas las comparaciones del próximo presidente, el putero de Donald, comparando el nepotismo de Biden con los asaltantes del Capitolio el 6 de enero de 2021 en un intento de revertir su derrota en las elecciones de 2020, aunque también podríamos unificarlo con indultos anteriores, como el que hizo el sr. Bill Clinton de su hermano menor Roger, por un delito relacionado con la cocaína en 1985, o el propio Donald, que indultó a su consuegro Carles Kushner, padre del marido de su querida y adorada hija Ivanka, y al que por cierto acaba de anunciar como embajador de su próximo gabinete en Francia.
Imágenes de la RED.
Hello, Mr Trump.
Más próximos a nosotros, el Black Fraudey podrá llevarnos a celebraciones como el pasarnos por la pernera el cinturón sanitario a la ultraderecha cuando de lo que se trata es de acordar la vicepresidencia en la Unión Europea, el que se le siga comprando combustible a un genocida, el que ultraderecha e izquierda derroquen al centro que pidió el apoyo de la izquierda para perpetuarse frente a Le Pen, que los contratos administrativos de un ministerio estén en un listado de “preadjudicados”, que haya gentuza en la calle que se haya hecho millonaria jugando con la muerte durante la pandemia, el que se hubiera abonado la segunda parte del contrato de suministro de mascarillas sin haber recibido una sola de la primera entrega, el llamar a un amigo para pedirle 50.000€, como el que te pide 50 céntimos para poder tomarse un bocadillo.
Imagen: IA Alternativa Mediterráneo.
De espías del CNI jugando a palanganeros eméritos, o celebrar la fecha de la escritura de constitución de la fundación por la que un señor que llegó a pedir ayuda a los empresarios mallorquines para los pagos de reparaciones y astilleros de los “Bribones” de los Borbones, tenga para las infantas -300.000 y 400.000 euros limpios anuales- una fundación para que no lo pasen mal ni ellas, ni sus hijos.
Un Black Fraudey, ampliable a Fraudedeley, cuando aparezcan noticias antes en manos de un político que de un periódico, cuando la Fiscalía se esmera más defendiendo que acusando, cuando los datos económicos, protegidos por la Ley de Protección de Datos y sin consentimiento previo son usados como arma arrojadiza, cuando una emergencia climática se traduce en un constante cruce de acusaciones pero nadie recuerda los mimbres de este cesto: un constante fraude de las normas de planeamiento y edificación, a favor de la construcción y estrechamiento de barrancos, cauces de ríos y desvíos para urbanizaciones, centros comerciales o carreteras.
Un Fraudedeley, en resumen, en el que celebremos cómo en el día de la Constitución alguno sigue hablando del “derecho fundamental” de la vivienda, y nadie dice nada relativo a que ese derecho no es fundamental y que, de serlo, lo sería con la misma categoría que el derecho a la propiedad privada, esa que se permite violentar por algunos insinuando que el propietario, bien con su trabajo, con una herencia, con una lotería, o con lo que coño sea de una de las innumerables formas legales de adquirir una propiedad en este país, lo haya tenido que hacer por medios dudosamente legales.
Celebremos, pues, días, causas, hechos y personas. Motivos sobran.
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