Frasier; la risa no pasa de moda

Lector Impertinente.

Enero/24.

 

 

Cuando se habla de la sitcom americana, mencionar Frasier es casi una obligación. Tenía la habilidad de servir a una audiencia masiva y sofisticada, dándole chistes que la representaban y parodiaban, con el ritmo característico del formato y las risas del público presente ahora tan denostadas.

 

Era muy arriesgado retomar una de las telecomedias más exitosas de la televisión. Habría sido un error intentar replicar la dinámica que se creó entre los personajes de la serie de los años 90 y este es el acierto de la nueva serie: busca su propio espacio y su propia personalidad, pero sin olvidar el carácter de Frasier y el tipo de humor que tanto nos hizo reír. Los nuevos personajes están interpretados por actores divertidísimos. Sobre todo, el personaje de Alan y el personaje de Olivia. Kelsey Grammer sigue siendo el actor cómico genial que todos recordamos y los diálogos consiguen ese ingenio y acidez que esperábamos.

Los jóvenes fichajes prometen, en especial el actor que interpreta al hijo de Niles, con una expresividad inocentina y encantadora difícil de encontrar hoy en día.

Ojalá tenga tantas temporadas como la serie original, teniendo en cuenta que en la actualidad es la única telecomedia que existe y es un formato muy necesario en este mundo que cada vez se toma más en serio a sí mismo.

Si eras fan de Frasier, la nueva decepciona un poco, demasiado cambio, faltan todos los personajes (menos Frasier), falta la química entre los nuevos y el humor irónico que caracterizaba a la antigua Frasier.

A favor: Kelsey, el de siempre y la brillante idea de introducir al hijo de Frasier en sustitución de Martin en ese eterno juego de relaciones padre hijo incomprendidos.

Cuando se habla de la sitcom americana, mencionar Frasier es casi una obligación. Tenía la habilidad de servir a una audiencia masiva y sofisticada, dándole chistes que la representaban y parodiaban, con el ritmo característico del formato y las risas del público presente ahora tan denostadas. Sus cinco premios Emmy consecutivos a la mejor comedia de la televisión fueron un récord televisivo hasta la llegada de Modern family, que empató con el psiquiatra radiofónico.

A pesar de que el Frasier de Kelsey Grammer era sinónimo de calidad, los fans y la crítica alzaron una ceja al ver el tráiler de su secuela. ¿Cómo se podía seguir adelante con este universo de ficción sin David Hyde Pierce, Peri Gilpin, John Mahoney o Jane Leeves? ¿Y podía ser que Frasier hubiera dejado de ser una sitcom tan accesible como inteligente para volver como una comedia básica, insulsa, con un instinto cómico más cercano a la caspa?

Como sugieren las primeras críticas de la serie, esta impresión fue errónea: Frasier ha regresado a los Estados Unidos con unos resultados más que decentes.

Había dejado atrás esa ciudad de Boston donde frecuentaba el bar de Cheers para tratar con un padre con el que no compartía absolutamente ninguno de sus gustos elegantes, un hermano también psiquiatra y excéntrico, y la fisioterapeuta que se instalaba en su piso para cuidar del padre. En cambio, este nuevo Frasier tiene lugar en Boston y con un nuevo equipo de responsables creativos: Chris Harris y Joe Cristalli (La vida en piezas) toman las riendas que antes llevaban Peter Casey, David Lee y el difunto David Angell.

El personaje vuelve a la ciudad para estar más cerca de su hijo Frederick (Jack Cutmore-Scott), con quien siempre había tenido una relación distante y que no llevó la vida que Frasier quería para él: dejó Harvard, la universidad donde había estudiado psiquiatría, para trabajar como bombero. Entre los nuevos personajes destacan Olivia (Toks Olagundoye), quien lleva el departamento de psicología de Harvard, y David (Anders Keith), el hijo que tuvieron Niles y Daphne.


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