San Valentín de los capitalistas
Julia Montalbán.
Febrero/25.
San valentín es una lucrativa oportunidad para el comercio que se consolidaría con el paso del tiempo, ampliándose hasta incluir bienes de todo tipo, más allá de los tradicionales chocolates, tarjetas o ramos de flores, hasta llegar a la actualidad, donde es frecuente que estas campañas incluyan a modo de regalo los productos más variopintos, experiencias, joyería, tecnológicos, entre otros muchos.
El 14 de febrero es conocido mundialmente como el Día de San Valentín, como evolución de una celebración con raíces religiosas, que, si bien se basa en el reconocimiento del amor y la amistad, así como en la importancia de estos vínculos, en la actualidad se vive de forma que en mucho difiere de sus orígenes.
Estos orígenes se remontarían a festividades paganas asociadas a la fertilidad, que ya en Roma se celebrarían conociéndose como las Lupercales, y que posteriormente se adaptarían y verían influenciadas por el catolicismo, donde se adoptaría esta fecha dedicada a San Valentín, un sacerdote que, según se creía, habría casado a parejas secretamente en contra de los mandatos del emperador Claudio II, manteniéndose durante siglos, bajo este motivo, como una conmemoración religiosa dedicada en el Santoral a estas fechas por la contribución de este eclesiástico al amor de estas parejas.
Con el tiempo adquiriría tintes más seculares, manteniendo sin embargo ese especial énfasis en el romanticismo.
Ya en el siglo XIX, con el auge del capitalismo, culminando un periodo que habría comenzado ya con la revolución industrial, estas fechas se verían definitivamente popularizadas con una fuerte asociación al mercado, con la comercialización, especialmente en Estados Unidos, de tarjetas con mensajes de amor y otros bienes que adquirirían las parejas como forma de mostrar este amor en fechas tan señaladas mediante regalos. Empresas como Hallmark, impulsarían masivamente la producción y venta de estas tarjetas, así como de los tradicionales chocolates y presentes simbólicos, modelo que acabarían adoptando una gran cantidad de mercantiles, asociando así esta idea de amor vinculada al consumo, que pasaría necesariamente por la compra de estos productos como regalos en estas fechas.
San Valentín es una lucrativa oportunidad para el comercio que se consolidaría con el paso del tiempo, ampliándose hasta incluir bienes de todo tipo, más allá de los tradicionales chocolates, tarjetas o ramos de flores, hasta llegar a la actualidad, donde es frecuente que estas campañas incluyan a modo de regalo los productos más variopintos, experiencias, joyería, tecnológicos, entre otros muchos. Campañas que, por otro lado, muchos aciertan al señalar que comienzan en fechas más tempranas cada año, hasta llegar prácticamente a solaparse con las navideñas, señalando muchos consumidores sentirse agobiados, prácticamente asfixiados, con la velocidad que se sucederían unas y otras, sin dejar espacio alguno entre ellas, pasando de unas agresivas ofertas de rebajas al inmediato San Valentín, llenando los estantes de los comercios de productos con esta temática tras haber liquidado los de temática anterior, adaptándose a unos patrones claramente identificables con los del modelo norteamericano, exportados, en los últimos años, con especial intensidad a nuestro país fruto de la globalización a pesar de diferir en mucho de la tradición propia en este sentido, muy en la línea del panorama que se presenta de igual manera en diferentes tradiciones y celebraciones, tanto propias como ajenas, que parecen adaptarse a marchas forzadas a un modelo exportado proveniente del otro lado del Atlántico, mucho más agresivo y comercial , más enfocado en un consumo rápido de tendencias de alto impacto y duración muy reducida, que si bien nos resulta ajeno, convertiría en necesidad pasar por el aro en estas fechas cargadas de romanticismo como prueba de amor, mesurable en términos directos en relación al gasto, quedando en segundo plano la autenticidad de los gestos.

Cuando uno se enamora las cuadrillas del tiempo hacen escala en el olvido la desdicha se llena de milagros el miedo se convierte en osadía y la muerte no sale de su cueva enamorarse es un presagio gratis una ventana abierta al árbol nuevo una proeza de los sentimientos una bonanza casi insoportable y un ejercicio contra el infortunio por el contrario desenamorarse es ver el cuerpo como es y no como la otra mirada lo inventaba es regresar más pobre al viejo enigma y dar con la tristeza en el espejo.
(Mario Benedetti)
Imagen: IA Alternativa Mediterráneo. Uso libre
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