Carmen Prieto.
Mayo/25.

El adiós nunca será definitivo.
El duelo nos transforma de una manera irreversible y es un proceso necesario para sanar.
Nos rompe, nos obliga a recoger los pedazos que quedan.
Ya no eres la misma persona, pero de alguna manera tienes que aprender a caminar con esta nueva versión de ti.
Y al final, aceptar la pérdida no es olvidar ni dejar de sentirla, sino aprender a vivir con ella sin dejar que te consuma.
Nadie sabe con certeza qué sucede después de la muerte, a dónde van quiénes se van antes que nosotros. Pero aquí, donde los vivos seguimos adelante, nos convertimos en los guardianes de su memoria.
Es una responsabilidad enorme, pero también sencilla.
No olvidarlos.
La pérdida deja cicatrices, pero también huellas, y a veces, en medio del vacío que deja la ausencia, surgen nuevas conexiones, nuevos significados, nuevas formas de amor.
Quizás eso sea lo que realmente permanece.
Perder a alguien o algo significativo en nuestra vida DUELE, y cada persona vive el duelo de manera diferente.
No hay un tiempo exacto para superarlo, pero es importante permitirse sentir, expresar y procesar las emociones.
Con el tiempo, me he dado cuenta que el mejor homenaje a quien se ha ido es recordarlo con amor y volver a ser feliz.
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