Diez Años con Felipe VI
Jaime Tenorio.
Junio/24.
El 19 de junio de 2014, en pleno siglo XXI, y en una presunta nación moderna, España, en un solemne acto celebrado en el salón de plenos del Congreso de los Diputados, un hombre, Felipe de Borbón, heredero de su padre Juan Carlos I, heredero de un genocida, Francisco Franco, fue coronado rey de España como Felipe VI.
En 2014 la institución monárquica española pasaba por su momento más peligroso, la corrupción tocaba a la familia real muy de cerca, y los líos de faldas del monarca Juan Carlos I habían dejado de ser un "secreto de Estado" y una rubia teutona se hermoseaba en las primeras de los diarios con la etiqueta de "amiga entrañable". Juan Carlos, el campechano, estaba convirtiéndose en el golfo de Juan Carlos, la prensa extranjera sacaba músculo y puso en marcha el ventilador que hizo aflorar toda la porquería escondida bajo las alfombras de Zarzuela, de modo que a los medios españoles no les quedó más remedio que dar cobertura a lo que se publicaba en el resto del mundo desde meses antes. Los españoles perdieron el miedo a hablar de la familia real, hasta ese momento una dinastía casi sagrada, y comenzó a poner en cuestión los dogmas monárquicos, y a la propia institución.
Forzado por las circunstancias y antes de conducir a la corona a una situación imposible, Juan Carlos I decidió aceptar la "sugerencia" que desde los poderes que sustentan a la monarquía se le hizo para que abdicase en favor del Príncipe de Asturias, su hijo Felipe. Una salida que se anunció a todos los españoles el 2 de junio de 2014, pero que no será oficializada hasta el 18 del mismo mes, con el acto oficial de renuncia al trono de Juan Carlos I, y fue efectiva el día 19, tras la aprobación y posterior publicación en el Boletín Oficial del Estado de la Ley Orgánica 3/2014, cuando Felipe de Borbón, Principe de Asturias, resultó proclamado rey ante las Cortes Generales y pasó, a la edad de 46 años, a ceñir corona bajo el nombre de Felipe VI.
El reinado de Felipe VI, durante estos 10 años, ha sido puesto a prueba en su capacidad de adaptación a un contexto político y social en profundo periodo de transformación, en el que ha desaparecido el bipartidismo, principal sostén político del régimen del 78, sobre el que se asentó el trono borbónico, tras la muerte del genocida Francisco Franco, y la aparente voladura controlada de su ilegítimo régimen dictatorial, durante la mal llamada Transición. Un panorama político no solo en proceso de ebullición, con la aparición de formaciones de fuerte calado social a las que se combate desde el poder bipartidista con todos los medios ilegales a su alcance, también con la explosión del sentimiento independentista en regiones históricamente "traviesas", pero que, dada la política de permanente confrontación autonómica que es empleada por los gobiernos de extrema derecha del Partido Popular, ha terminado estallando en la línea de flotación de un régimen legal, pero que nunca se sometió a legitimación, obligando al monarca a tomar partido, saltándose su constitucional papel de mero observador o, en caso de ser requerido, mediador.
Una década esta, en la que la monarquía española ha podido contrarestar el peso legítimo de la II República Española, jugando bastante sucio, instrumentalizando los recursos del Estado con el fin de acometer a las formaciones republicanas, y contando con la inestimable colaboración de una justicia que dista mucho de ser imparcial e igual para todos, y que, sin embargo, es una monarquía que no da la sensación de poder recuperar el prestigio, falaz e interesado, pero prestigio del que la revistió un régimen, el del 78, que a todas luces agoniza.
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