Desmemoria

Gregorio Duque.

Febrero/25.

 

 

"Por pedir cosas que según el sr. Sánchez, llegaron en enero de 1975, en el año de 1978, meses antes de proclamarse la Constitución, con dieciocho años, fui torturado en el cuartel del Camino del Hierro de la guardia civil, hoy escuela de música de Santa Cruz." 

 

 

El 8 de enero de este año 2025 inauguró con el lema “España: 50 años de libertad” los actos conmemorativos de la muerte de un dictador y de la llegada de la Transición, actos presididos por el presidente del Gobierno y no por Felipe VI, algo que ha sorprendido a algunos, no al que suscribe, porque supongo que tendrá muy presente quién fue el que le ha solucionado la vida a papá, a mamá, a los titos, a las niñas, a Froilán y hasta a Doña Bárbara.

En el Auditorio del Museo Reina Sofía, por aquello del Guernica, se comenzó oficialmente las celebraciones por la gran transformación social, económica e institucional de España desde 1975, poniendo en valor “este medio siglo de democracia” (Pedro Sánchez dixit), frente a los cuarenta años de totalitarismo, dictadura y oscuridad.

Así pues, es enero de 1975, la fecha a tomar en cuenta para festejar ese medio siglo de democracia. Lástima que D. Francisco no falleciera el 8 de enero sino el 20, pero de noviembre. Y lástima, asimismo, que en ese cómputo el dictador estaba tan vivo que, dentro de ese medio siglo de democracia, el 27 de septiembre de 1975, dos meses antes de que muriera por fin, se ejecutara a cinco condenados, y que llevó a retirada de embajadores y a la protesta internacional. El Gobierno, y por supuesto el ministro de eso de la Memoria, ha olvidado a los tres miembros del FRAP y a dos de ETA que ya, supuestamente, fueron fusilados dentro de los cincuenta añitos de libertad que vivimos.

Tras los asesinatos de varios policías y guardias civiles, la policía detiene a decenas de militantes del FRAP y de ETA, aplicándoles un nuevo decreto de forma retroactiva según el cual no es necesario demostrar que los detenidos estaban en el lugar de los hechos. Tras semanas de torturas e incomunicación, la Justicia Militar se hace cargo de los sumarios, dictándose once penas de muerte sin posibilidad de recursos. Solo cabe el indulto. Y esa prerrogativa le corresponde a D. Francisco, al que hemos matado en enero, pero que está vivo en septiembre.

Las presiones se multiplican, pero Franco, el 26 de septiembre de 1975, indulta a 6 y decide ejecutar a cinco. Menos mal que había acabado la era de la oscuridad, sr. Sánchez, porque juraría que los familiares de Ángel Otaegui, Jon Paredes Manot, Xosé Humberto Baena, Ramón García Sanz y José Luis Sánchez Bravo le pueden recordar lo que pasó ese año de 1975, incluida la retirada de la mayor parte de los embajadores europeos o la petición de expulsión de España de la ONU.

A pesar de las protestas internacionales, e incluso de la intermediación del Papa Pablo VI que envió una carta personal al dictador Francisco Franco en la que solicitaba el indulto de los condenados, el régimen ejecutó el 27 de septiembre de 1975 a Ángel Otaegui, Jon Paredes Manot, Xosé Humberto Baena, Ramón García Sanz y José Luis Sánchez Bravo, a pesar de no existir pruebas de su implicación en los actos criminales que se les imputaban.

Como reacción, ese mismo año que empieza usted a contabilizar, fue el año de la manifestación del 1 de octubre en la Plaza de Oriente donde el dictador continúa vivo y habla de conspiración comunista y judeo-masónica. 

No es que no sea recomendable comenzar hablando de la democracia en enero, cuando pasaba lo señalado, que no sería lo único. Es una auténtica falta de respeto, cuando entre el 29 y el 30 de octubre de ese 1975, el carnicero inspector Matute, en los sótanos del Gobierno Civil de Santa Cruz de Tenerife (hoy Subdelegación del Gobierno con escudo constitucional y tiro porque me toca), golpeó con tanta saña a Antonio González Ramos, un militante comunista  de una escisión del PCE, el PUCC: el Partido de Unificación Comunista en Canarias, en el que entró en 1974. 

El  29 de octubre de 1975, en una concatenación de casualidades, Antonio fue detenido por la Brigada Político Social, la policía política del franquismo. En casa de un amigo suyo había sido hallada una maleta con panfletos y documentos del PUCC, que había llevado para que le guardaran y, en otro lugar de la misma vivienda, unos cartuchos de dinamita que el amigo, trabajador ocasional de la construcción, tenía para emplear en la pesca clandestina. 

A pesar de que el PUCC no albergaba la oposición armada al régimen en sus postulados políticos, los policías de la Brigada Político Social se emplearon a fondo para que Antonio confesase su implicación en actividades terroristas, siendo el más brutal de los torturadores el inspector José Matute Fernández, cinturón negro de judo, que lo mató a causa de saltar encima de él  hasta reventarlo. 

Y en octubre, ya finalizada la época oscura, se redactó una versión oficial, como era acostumbrado entonces, y como lo sería después, en la Transición, en la cual Antonio se había arrojado del coche que lo trasladaba a comisaría en marcha. José Matute Fernández había servido en el protectorado español de Marruecos, donde se había destacado por su crueldad con los detenidos. En cuanto se iniciaron las investigaciones por la muerte de Antonio González huyó a Venezuela, para evitar ser juzgado. Aunque no tardó en regresar, un año después, cuando ya se daba por hecho la promulgación de la ley de punto final, la Ley de Amnistía, que en su artículo segundo amnistiaba delitos como los del inspector Matute: “Los delitos cometidos por los funcionarios y agentes del orden público contra el ejercicio de los derechos de las personas”. Finalmente fue procesado, pero el juicio no llegó a celebrarse, porque, como había calculado, le llegó la amnistía del 77 y se pudo reincorporar a su puesto de policía, con destino a la siniestra Dirección General de Seguridad de Madrid.

En el sumario de la causa se pudieron leer fragmentos  como: “Estando con las muñecas a la espalda, fue repetidas veces golpeado por el Inspector, con la mano abierta, en el cuello, propinándole rodillazos en el estómago. Derribada la víctima en el suelo, se dejaba caer Matute, con sus rodillas sobre la caja torácica y boca del estómago, produciéndole múltiples lesiones contusivas de forma circular en región epigástrica e hipocondrio derecho, con hígado desgarrado y con hematoma en celda renal derecha”.

 

Diversas acciones sociales reivindicativas desarrolladas en Canarias durante la década de los año 70 del pasado siglo.

Fotos: Universidad de la Laguna.

Pero, para seguir con la desmemoria, se cita la Transición como si ésta, sí, fuera ya el adiós definitivo al autoritarismo, a la oscuridad, a la tortura, al fascismo, a la hijoputez, mientras que otros nos acordamos de lo que vivimos, ya fermentando el dictador, en aquellos años libres, como lo sucedido el 3 de marzo de 1976 en Vitoria, cuando tenía lugar en la ciudad la tercera huelga general consecutiva y la respuesta policial fue intervenir la asamblea de trabajadores que se celebraba en la iglesia de San Francisco de Vitoria con disparos de pistolas y ráfagas de metralleta, muriendo cinco manifestantes y 150 heridos de bala. Gracias a haber finalizado la oscuridad, los responsables de aquella matanza nunca fueron condenados. 

Y pensar que lo de Vitoria fue un hecho aislado, no es ser un desmemoriado sino un imbécil. No hace falta leer sobre la Transición; con entrar en Google es suficiente para refrescar aquellos años. Un año como el 1976 en el que la policía, nuevamente en Santa Cruz de Tenerife, allá por el 22 de septiembre (no ha finalizado el primer año de libertad y luz), acribillaron a balazos en su casa a Bartolomé García Lorenzo, estudiante de Magisterio de 21 años, al confundirlo con El Rubio, conocido delincuente supuestamente secuestrador del empresario Eufemiano Fuentes. Dos hombres de paisano tocan a la puerta de la casa en la que se encuentra Bartolomé, empuñando sendas metralletas. Por las declaraciones de los testigos, una vez finalizada la oscuridad y el totalitarismo, la policía no se identificó como tal y Bartolomé cerró la puerta. Se contabilizaron balazos, de los cuales cuatro impactaron en Bartolomé. 

Gracias a que había finalizado la etapa negra, la policía saca la versión de que iba armado e incluso había intercambiado disparos con la policía. Según los médicos que intentaron salvarle la vida “Don Bartolomé García Lorenzo presentaba heridas en brazo izquierdo, pared torácica anterior izquierda y región abdominal superior derecha, con sección de la arteria humeral izquierda, herida en el hemitórax izquierdo y desgarro del lóbulo derecho del hígado, colon ascendente y tejidos blandos retroperitoneales, con shock hemorrágico agudo”. Como respuesta a tal actuación democrática Santa Cruz de Tenerife ardió aquella noche, se convocó huelga general para el 27, y más de 25.000 ciudadanos acudimos al entierro y a la batalla posterior. 

La explicación oficial, ya en época de luz, fue la confusión con el delincuente Ángel Cabrera, “El Rubio” y los policías, como tiene que ser en un Estado libre de las ataduras franquistas, fueron condenados a dos años de prisión con supresión de todo cargo público, profesión u oficio, ascendiendo regularmente en sus puestos siguiendo el escalafón correspondiente, como si nunca hubiesen sido condenados y perdido por ello las posibilidades de ascenso. Uno de ellos sería ascendido a escolta de Ernest Lluch, ministro de Sanidad en el gobierno socialista. Magnífico. Debido al ambiente de protesta en Tenerife, aquellos hombres fueron trasladados a Madrid y recibidos por cientos de agentes, en señal de apoyo, en el aeropuerto de Barajas entre aplausos. Ya en los años 80 la Audiencia de Tenerife los condenó, pero posteriormente las responsabilidades fueron declaradas extinguidas, siguiendo todos en activo siendo, además, promocionados dentro del cuerpo, esto fue posible al ser le aplicada la Ley de Amnistía de 1977, la primera norma aprobada por un Parlamento que había sido elegido previamente de forma democrática desde que acabó la Guerra Civil.

La actual Constitución esapñola fue ratificada por el pueblo español el 6 de diciembre de 1978.

Escuela de música de Santa Cruz.

(Crédito a quien corresponda)

Año de 1977 que podríamos tomar como ya inicio, a tenor de lo señalado anteriormente, si no fuera porque a 6 kilómetros de donde asesinaron a Bartolomé, el 12 de diciembre de 1977 guardias civiles entraron a la Universidad de La Laguna y asesinaron a Javier Fernandez Quesada, de 22 años, de un tiro en el esternón cuando participaba en una manifestación en el Campus Central.   A día de hoy sigue sin conocerse la identidad de su asesino. 

Por cosas como las señaladas, un servidor empezó a participar en manifestaciones pidiendo libertad y democracia. Y por pedir cosas que según el sr. Sánchez, llegaron en enero de 1975, en el año de 1978, meses antes de proclamarse la Constitución, con dieciocho años, fui torturado en el cuartel del Camino del Hierro de la guardia civil, hoy escuela de música de Santa Cruz. 

Señalar el comienzo de la libertad el año de la muerte del dictador, enero o noviembre, es un insulto a la memoria. La defensa de la democracia y de la libertad no puede hacerse tiñendo a fascistas, torturadores y asesinos de demócratas. Tunear la Transición como ejemplo de libertad es mezquino, porque se oculta deliberada o por ignorancia, capítulos que únicamente han de defenderse con la Constitución mejorable de 1978. 

Si quieres hacer conmemoraciones, además del 6 de diciembre, acuérdate de cómo salimos a la calle tras el 23-F para defender lo que estuvimos a punto de perder tras tres años. Pero por favor, ya que no quieren desclasificar aquellos hechos, por lo menos no los califiquen de magníficos. 

Viva la democracia. Viva la libertad. 


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