No me gusta esta clase

Gregorio Duque.

Diciembre/22

 

Lo siento, pero no. O mejor, no lo siento. ¡Qué coño! No, y punto pelota. No me gusta, ni me gustó, ni me gustará.

No me gusta un país que reivindica la Memoria histórica para acto seguido empaparse de desmemoria. No me gusta un Estado que presume de democracia sin preocuparse, ocuparse, informarse y formar a nacionales y transeúntes de lo que eso significa. No me gusta una Nación en la que mis insultos contra alguien son ejercicio de la libertad de expresión, pero los que recibo han de ser juzgados como ofensa, como calumnia, como injuria, como odio,  o como el coño/coña/coñe de Bernardo/Bernarda. No me gusta nada que la población escolar dejara de estudiar “Educación para la ciudadanía” y que la población joven con 18 años pueda gastar 200 euros de los 400 del bono cultural a adquisición y suscripción de videojuegos.

Me causa desasosiego el que se pretenda modificar la malversación de caudales públicos argumentando como causa eximente o atenuante el que el responsable de la malversación no se haya enriquecido directamente. Me causa asco que algunos de los partidos políticos que en 1995 votaron a favor que la Ley Orgánica reguladora del Código Penal tipificara el delito de sedición, hablen de España y de los jueces como represores por regular y aplicar lo que ellos mismos aprobaron.  Me causa apatía y desmoralización que no se señalen por todos a los investigados, imputados, condenados y reclusos, sino a los que no son de mi partido. Siento náuseas al ver el uso de la institución del indulto, de las comisiones parlamentarias de investigación o las intromisiones reiteradas y los atentados contra la separación de poderes, verdaderamente vergonzante en lo judicial.

No tengo una sola argumentación a la que asirme para defender a estos legisladores, a los que se les entrega Tablet para todo tipo de usos, menos-al parecer- para consultar el Diario de Sesiones de las Cámaras y para consultar el histórico de asuntos en Internet en idénticas o semejantes materias.

Habrá que recordar, pues, cómo el PSOE descalificó la victoria electoral de UCD de 1979, llegando incluso a no reconocerla, como queda patente en la nota de la Comisión Ejecutiva Federal  de 3 de marzo de 1979,  o cómo el número 2, Alfonso Guerra, provocó la ovación de los delegados al congreso Extraordinario socialista cuando dijo: "en estos días en que hay tanto peligro e intranquilidad en los sectores institucionales, algunos se preguntan si será el momento de que el general Pavía entre a caballo en el Parlamento y lo disuelva. Yo me pregunto si el actual presidente del Gobierno no se subiría a la grupa de ese caballo"

Don Alfonso, de verso libre, podría rellenar hojas de declaraciones ofensivas, como cuando en octubre de 1981, en relación a la dimisión de Fernando Castedo como director de RTVE señaló:  «Esperemos que los profesionales de RTVE sepan responder a este acto vandálico de Calvo – Sotelo», o « Se ha coaccionado y presionado a Fernando Castedo para que presente la carta de dimisión y esto es un acto delictivo, es un acto vergonzoso del gobierno y del propio Calvo-Sotelo, que no sólo no cree en las leyes sino que no las quiere cumplir».   Incluso después de presentar su dimisión el 12 de febrero de 1991 por el caso Juan Guerra era anunciado en los mítines del partido como telonero de lujo, manteniéndose en su escaño desde  1977 hasta 2014.

Habrá que recordar, pues, cómo aquel Partido Popular acusó y desgastó al Gobierno socialista por el escándalo familiar de su Vicepresidente, señalando reiteradamernte el tráfico de influencias  cometido, el olor a podrido y el dinero sucio que tiznaba al  Partido Socialista, y que llevó a que en la primavera de 1993 el Gobierno de Felipe González  decide adelantar los comicios.

Y, cómo no, habrá que recordar al olvidado y olvidadizo de Don José María, que en su intervención sobre debate de política general en torno al estado de la Nación (número de expediente 200/00002), tal  como se recoge en el diario de sesiones n.º 64 del Congreso, el martes 19 de abril de 1994, preguntó al Sr. González sobre “cuál será el próximo escándalo y qué está ocurriendo en este país, donde cada mañana nos levantamos con el temor a enterarnos de un nuevo escándalo, por lo que los ciudadanos perciben una sensación de impunidad de que aquí nadie es responsable de nada. Afirma que las cosas han llegado demasiado lejos, mucho más de lo que hubiéramos imaginado nunca que pudiera llegar la democracia española. 

Señala que la corrupción es una triste realidad, que ya no se puede negar, y que no se trata de corruptelas menores en la Administración pública sino de escándalos que brotan en los despachos en los que se dirigen grandes instituciones del país. Menciona el BOE», la Guardia Civil, el CESID, el empleo de los fondos reservados y el Banco de España, demasiados casos y demasiado graves al dañar instituciones básicas del sistema, disolver la confianza de los ciudadanos y lesionar gravemente la imagen de España, …”.

Un presidente Aznar, que en su primera legislatura (1996-2000), recordado por las  privatizaciones de empresas estatales de sectores estratégicos, por cumplir los criterios de convergencia fijados en Maastricht, con el pacto del Majestic con los nacionalistas, y del  asesinato de Miguel Ángel Blanco en 1997 y sus negociaciones con ETA.  De su segunda, tenemos el deber de recordar el desastre del Prestige, su apoyo a George Bush en su invasión de Afganistán y las adjudicaciones en numerosas licitaciones contenidas en los papeles de Bárcenas. 

Aquellas elecciones del 2004, en las que había más empeño en señalar a ETA que a los culpables, llevó a Zapatero a la Presidencia del Gobierno, y ya empatados en gobiernos corruptos, decidieron que era el momento de afianzarse en el chiquero sin más táctica que lanzar mierda al oponente, usando el PP el “caso Faisán” y el caso “ERE de Andalucía”, el Gobierno respondía con Gürtel y Camps. Hasta que llegó el hombre del Prestige, M.Rajoy.

M.Rajoy. el de los atentados en Barcelona y Cambrils, el del referéndum en Cataluña, el del 155, el de la disolución de ETA, el de tantos  escándalos de corrupción como meses tiene el año, y el primer gallego que no se sabe si va o viene con el lenguaje. 

Llegados a Pedro Sánchez y su banda, dado que se comportan entre ellos no como una coalición sino como auténticos enemigos y rivales ( salvo en la adjudicación de los dineros) que una diputada haya reprochado a la vicepresidenta su nepotismo, es pecata minuta con respecto a la corrupción imperante y endémica, que aumentará si se modifica el delito de malversación, y que seguro será culpa de algún juez/jueza/juece inscrito a alguna asociación judeo masónica.

No me gusta esta clase política, que no hace por corregir, y hace mucho por desviar la atención.

Por cierto, para próximos escritos dejaré cómo esta clase llega a acuerdos unánimes en lo referente a mejoras de su estatuto de diputado/ senador.


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