El claroscuro de los monstruos


Specula.

Marzo/25.

 

El liderazgo global está enarbolado por figurones que encarnan la incertidumbre de este tiempo de transición.

 

 

Antonio Gramsci advirtió con extraordinaria lucidez hace casi un siglo: "El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos." Hoy, en un mundo descompuesto por la polarización, la crisis económica y el desmoronamiento de los consensos que reorganizaron el planeta tras la II Guerra Mundial y el ataque frontal a los derechos sociales, la frase del pensador italiano cobra una vigencia escalofriante.

El liderazgo global está enarbolado por figurones que encarnan la incertidumbre de este tiempo de transición. Donald Trump, con su retórica incendiaria y su desprecio por las instituciones tradicionales, ha redefinido para mucho peor y nunca fue buena del todo, la política estadounidense, difuminando los límites entre populismo y autoritarismo megalómano. Su sombra opaca la democracia de EE.UU., donde la estabilidad parece pender de un hilo con cada proceso electoral. El peligro es que de ese hilo cuelga también la estabilidad del mundo.

Créditos a quién corresponda.

Vladimir Putin, artífice de un nuevo expansionismo ruso, simboliza el retorno a la lógica imperial en pleno siglo XXI. Su respuesta en Ucrania es el emblema de un orden mundial en descomposición, donde la fuerza vuelve a primar sobre el derecho y la estabilidad internacional es un juego de Risk sin reglas claras, en el que desmontar a un nazi como Zelenski acaba por perder su propio credo, cuando más de 200.000 soldados rusos han muerto y casi 100.000. ucranianos, eso sin contar a la población civil. Ahora un acuerdo comercial con Trump lo soslaya todo en aras al anhelo de paz siempre necesario.

Benjamín Netanyahu, criminal de guerra y eterno estratega de la política israelí, se aferra al poder mientras su país enfrenta una de las mayores crisis de su historia. Su gobierno, respaldado por sectores ultranacionalistas, ha profundizado en un conflicto sin resolución a la vista, donde la línea entre la defensa legítima y la opresión brutal han dejado de existir desde el minuto uno. El triste final propuesto por Trump es la deportación del 1.800.000 palestinos supervivientes al criminal Benjamín.

Javier Milei, la última gran irrupción en el circo del escenario político, encarna el fenómeno del outsider que, desde la periferia del poder, se convierte en su centro. Con su prédica locamente libertaria y su rechazo visceral a la casta política, capta el hartazgo de sociedades que han perdido la fe en el sistema sin ofrecerles a cambio algo ya no mejor, siquiera igual a lo que tenían. Las fórmulas simplistas para problemas complejos avergüenzan a los espectadores de su función.

Este triste mundo está atrapado nuevamente en un limbo histórico: las certezas necesarias del siglo XX pierden solidez, pero el nuevo paradigma aún no se define. La diferencia entre ciudadanos de primera y de segunda se hace notable, y llama la atención la falta de espíritu de lucha de los desfavorecidos. En ese vacío, los monstruos de Gramsci emergen con fuerza, alimentados por el miedo, la desesperación y la falta de alternativas, de ideas claras. La pregunta que nos queda es si serán ellos quienes definirán el futuro o si la humanidad encontrará una salida antes de que el claroscuro se convierta en noche eterna y acaso en el fin de los tiempos.


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