Dejad en paz a Van Gogh
Daniel Martín.
Noviembre/22
Las recientes agresiones a obras de arte perpetradas por activistas medioambientales, pueden ser un peligrosísimo ejemplo a seguir por cualquier descerebrado con alguna protesta que publicitar, y las autoridades deberían sancionar con dureza semejante atentado terrorista al patrimonio de todos.
Se ha puesto de moda, marca tendencia en redes y es demoledoramente trasgresor atentar, en principio con productos no corrosivos (menos mal), contra las obras de arte como nuevo modo de protesta según hemos podido comprobar en dos recientes agresiones a sendos cuadros de Van Gogh, Los Girasoles, que se encuentra expuesto en la National Gallery de Londres y Monet, en una de las versiones de Les Meules, expuesta en el Museo Barberini de Potsdam, o la joven de la Perla, de Johannes Vermeer, expuesta en el Mauritshuis de la Haya.
Siempre ha sido útil la imaginación y los actos espectaculares a la hora de dar visibilidad a las reivindicaciones de todo tipo, pero, hasta ahora, se pensaba que había un límite, unas “líneas rojas” que nunca se iban a sobrepasar, el respeto a la vida humana o al patrimonio histórico, por ejemplo. ¿Qué será lo próximo? No quiero dar ideas, pero se me vienen muchas a la mente.
Vincent van Gogh no es responsable de nuestra crisis climática. No fue director de ninguna petrolera, ni propietario de una macrogranja o director general de ninguna consejería de medioambiente, además, precisamente los girasoles se puede definir como una obra ecologista.
Los activista de Just Stop Oil, lo que han puesto de moda es la bestialidad, lo que acreditan con estos actos contra obras de arte no es su compromiso social, sino su profunda incultura, su exacerbada sensibilidad para el cambio climático pero su nula sensibilidad para apreciar la belleza.
Debemos romper con esa idea instalada en la sociedad actual del “todo vale” para vender, porque no es cierto a pesar de la extrema permisibilidad que demuestran autoridades y organismos públicos, la civilización establece esas “líneas rojas” que no se pueden pasar. Está bien y resulta efectivo saltar al escenario durante el mitin de un político exhibiendo una pancarta con una reivindicación, pero no se debe, ni se puede agredir al político. Es osado descolgarse por la fachada de un ministerio portando una pancarta con el lema de una protesta, pero quemar el ministerio no es proporcionado, ni justo.
He de admitir que estos actos vandálicos contra el patrimonio cultural de la humanidad, me parecen dignos de ser encausados y sus responsables condenados con la mayor condena prevista en el más duro de los códigos penales. He de admitir que cuando miembros de este mismo grupo sabotearon gasolineras en abril pasado me pareció una acción digna y valiente, incluso audaz, porque, en efecto, las gasolineras están relacionas a través del producto que venden con el calentamiento global, e incluso consideré a los autores de aquellos sabotajes, héroes de hoy.
No me avergüenzo de aquel momento de admiración, por eso quisiera sugerirles a los chicos y chicas de Just Stop Oil que continúen en el camino emprendido, para llamar la atención sobre su lucha, que se olviden de las obras de arte que en nada han influido al cambio climático y se centren en el verdadero enemigo; las torres de perforación, los buques petroleros, las multinacionales energéticas, las grandes compañías textiles, las grandes explotaciones mineras, los latifundios… ¡Pero dejad en paz a Van Gogh!
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