Nuevo censo, viejos vicios
Daniel Martín.
Junio/23.
El censo electoral de las elecciones del pasado mes de mayo incluyó a los jóvenes que iban a votar por primera vez, tras cumplir los 18 años y obtener su derecho como ciudadano a elegir a sus representantes.
En los pasados comicios municipales y autonómicos votaron por primera vez un millón y medio de jóvenes. Las perspectivas de futuro de estos jóvenes y qué pueden hacer los políticos actuales por ellos, por resolver sus tremendos problemas, sobre todo de vivienda, de salud y respecto al medioambiente que de las viejas generaciones van a heredar, pero sobre todo que pueden hacer ellos, como políticos del futuro por España, es una incognita . Muchos de estos nuevos electores no se han sentido representados por ninguna de las opciones políticas que concurrían a las elecciones y se han quedado en casa, beneficiando con ello a los partidos más votados, es decir influyendo decisivamente en el resultado, sin participar del mismo, de ahí la importancia de ejercer el derecho a voto, aunque sea eligiendo al menos malo de los males.
De entre los nuevos votantes decididos a participar de la <<fiesta de la democracia>> no todos tienen claro su posicionamiento ideológico, que quizá cambiará en un futuro, seguramente así será, pero han entendido que el proceso electoral, es un privilegio democrático, sí, pero también una obligación democrática con la que el ciudadano debe cumplir, salvo que delegue el futuro de su país en manos de sus conciudadanos, declinando así su derecho a exigir después soluciones a sus problemas, menospreciando además el sacrificio de todos aquellos que entregaron sus vidas, luchando contra la tiranía, para que el derecho de decisión y elección hoy sea una realidad en España.
Todos los indicadores coinciden desde hace años en la baja participación entre los nuevos votantes y también sabemos que ese desapego por las cosas tan vitales como la política se debe a la falta de interés en los problemas del país, son muchos los jóvenes, sobre todo los de condición media o media baja, mientras que entre los jóvenes de clase alta es mayor la concienciación de un deber ciudadano tan esencial para el futuro de la nación como el de designar a quienes han de llevar a España al siglo XXII.
En cambio, las nuevas generaciones de las clases trabajadoras se sienten más implicados en movimientos sociales, desde los cuales les resulta difícil trasladarse a la política activa. y se autoexcluyen de poder hacer propuestas que mejoren sus vidas, como ya ocurrió con la generación de sus padres y ello condujo a propio desinterés por los asuntos políticos, sin llegar a entender que su implicación en política es fundamental para el progreso de una España en la que ellos van a tener que vivir.
Nuevo censo, pero los mismos vicios.
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