España, ese edificio en ruinas

Daniel Martín.

Enero/23.

 

Los “asuntos” que quedaron pendientes en 1978, han ido, a lo largo de estos más de cuarenta años de vigencia de aquel acuerdo de mínimos al que se ha denominado “democracia”, y que nos ha permitido vivir en relativa paz durante este periodo, envileciendo de tal manera la convivencia y profundizado tanto en la fractura social, que la amenaza de derrumbe de nuestro “Estado de Derecho” es algo más que preocupante.

Nuestras instituciones, que en un primer momento y para evitar un nuevo enfrentamiento fratricida, quedaron bajo la “tutela” de los “celadores” franquistas, no fueron aseadas cuando el peligro de ver los tanques en nuestras calles se fue diluyendo a mediados de los noventa y el ruido de chatarra cesó definitivamente con el nuevo siglo. Sin embargo, nadie se preocupó de los cantos cara al sol que aún se escuchaban en las salas de los tribunales, en las aulas religiosas, en los cuarteles de las fuerzas armadas y de seguridad del estado, en los despachos de los jerarcas de la banca, en bastantes foros públicos y desde luego en no pocos ministerios.

Cada uno de los avances sociales que ha experimentado España en las últimas cuatro décadas, Ley del divorcio, Ley de Eutanasia, Ley Trans… Cualquier ley que supusiera un pasito más para dejar atrás el ultramontano concepto de estado que nos legó el franquismo, se logró tras mucho batallar contra el inmovilismo y la hipocresía de aquellos “celadores” que, cuarenta años después, siguen tutelando aquel acuerdo de mínimos alcanzado en 1978.

Las constantes zancadillas que los “celadores”, agrupados en torno al Partido Popular y su cómplice VOX, han puesto a los corredores que enfilaban la meta del progreso, han ido fragmentando, más aún, una sociedad que se rompió en 1936, una herida que desde entonces permanece abierta, porque las zanjas en las cunetas y los “celadores” impiden que pueda cicatrizar y no han permitido el “ventilado” de nuestras instituciones, entre otras razones por un miedo más que razonable a que la más alta institución del Estado sea “ventilada” y ochenta años después, la gran obra del pequeño Franco, sea derribada para construir un nuevo edificio, más moderno y reluciente, en el que todos los vecinos sean libres e iguales de verdad, y no solo en lo formal en el discurso escrito por otros con que nos obsequia Su Majestad cada 24 de diciembre.

El control que vienen ejerciendo los “celadores” sobre el Poder Judicial, que les ha permitido extender la gangrena del fascismo y obstaculizar el progreso de España, el que ejercen a través de su rama financiera sobre los medios de comunicación, una herramienta imprescindible en su labor de “evangelización”, el sostén de sus aliados empresariales sostenidos en pilares de corrupción, la siembra de la semilla franquista entre las gentes de uniforme, y la labor de pastoreo que desempeña la Iglesia Católica encauzando al rebaño hacía la verdadera ideología, que es financiada por todos los españoles y mantiene intactos todos sus privilegios históricos y anacrónicos en una sociedad moderna, están haciendo, si los españoles no lo evitamos que España se está cayendo a pedazos.

Poco a poco, pero se cae.


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