Los cincuenta años
Daniel Martín.
Diciembre/22
En España hay que revisar, una vez más, los postulados de la izquierda, de las organizaciones obreras y las alternativas sociales. Es mucho, quizá demasiado, a lo que se renunció en su día para obtener la ansiada democracia, demasiadas las concesiones que las organizaciones de izquierda hicieron y a cambio de muy poco, para tener una transición en paz, una transición que estuvo siempre bajo la coacción de unos militares fascistas dispuestos a devolver este país al caos y el baño de sangre, a matar no importaba a cuántos españoles con tal de salvar a España del marxismo.
La renuncia expresa a la republica, que implicaba la aceptación de un régimen heredero del régimen asesino de Franco, o la renuncia al marxismo, por ejemplo, unido a la más que generosa amnistía que la democracia concedió a los criminales franquistas, no hicieron más que perpetuar un sistema podrido y corrupto que nunca se depuró, con la anuencia de aquella izquierda bienintencionada y patriota, que fue magnífico bálsamo para curar los miedos de fascistas, traidores y ladrones.
La izquierda del 78 debió unirse, organizarse y procurar una transición pacífica sostenida en las clases populares y en las organizaciones obreras, y no sobre las guerreras de los militares, ni las togas de los jueces, instituciones ambas, el ejército y la judicatura, corrompidos pilares fundamentales del antiguo régimen que, al no ser saneados y permitir que la sarna fascista siguiera avanzando por la carne ibérica, rociada apenas por una gotas de perfume democrático, pudrieron las tablas sobre las que se pretendía cimentar la democracia española y de aquella sarna proviene el hedor que actualmente emana del prurito de nuestros juzgados y cuarteles.
Quizá cuando estamos a punto de conmemorar los cincuenta años de democracia en España, haya llegado el momento, no solo de exigir los derechos y libertades, el reconocimiento y la dignidad perdidas, y que en justicia corresponde a quienes lucharon y murieron por la libertad en este país, también de recuperar los ideales que siempre unieron a la izquierda con las clases trabajadoras y abandonar el barco burgués donde nunca encajó esa izquierda solidaria a la que tampoco les gusta ver por cubierta, y solo soportan recluida en su camarote y sin hacer ruido.
Y puestos a soñar, que bonito sería celebrar esos cincuenta años proclamando la III República.
Añadir comentario
Comentarios