Celestino García, el último héroe

El 16 de enero de 1939 el ejército traidor franquista había pasado el Ebro, La República no podía ser salvada y solo quedaba defender Cataluña, para facilitar la huida a los leales a la legitimidad, retirar al Ejército Popular y evacuar a toda la población posible.
Celestino García Moreno, natural de Morata de Tajuña, llevaba toda la guerra destruyendo tanques fascistas, una tarea en la que sobresalió.
Había combatido en el Jarama, Brunete, Belchite, Teruel y el Ebro y a esa altura de la contienda estaba harto de lucha, de fascistas y sangre.
De Santa Coloma de Queralt llegaron malas noticias, la División Litorio de mercenarios fascistas italianos, había tomado el pueblo y ametrallado a 250 civiles que huían por los campos: mujeres, ancianos y niños, una mini "desbandá".
Aquello colmó el vaso del asco de Celestino que se metió en el zurrón las granadas que le quedaban y se plantó solo en la carretera, con sus cojones y sus granadas anticarro, a esperar a que llegara la columna italiana.
Le reventó tres tanques y tres blindados al Duce y puso en fuga a otra docena.
Según la versión que de los hechos dio Lister, "destruyó las torres con el pico de las propias tanquetas y sacó a hostias a los tripulantes que continuaban con vida y se los llevó prisioneros, apuntándolos con una ametralladora, incautada a los mismos italianos".
Celestino fue el último héroe de la II República. Lo recibieron con honores Rojo y Negrín en Barcelona. Y lo premiaron con quince días de permiso y un traslado a Morata en avión, apara que pudiera ver a la familia.
Una muy mala idea, porque Celestino no pudo salir de su pueblo, cuando cayó en manos de los traidores fascistas en junio de 1939 y fue asesinado, después de ser torturado salvajemente (sus condecoraciones republicanas lo delataron), por un puñado de hampones de uno de los escuadrones de la muerte falangistas al servicio de los criminales fascistas, en las tapias del Cementerio del Este.