El Campo en lucha
Josemi Montalbán.
Marzo/24.
El enemigo fundamental del campo español (del campo de toda Europa) no es el ecologismo, no es la agenda 2030 de Naciones Unidas, ni el gobierno de España. El verdadero enemigo del campo es el intermediario que compra el producto por cuatro al agricultor que lo ha sudado, y nos lo vende al consumidor por cuarenta, el mismo que lo exporta a precio de risa desde campos subdesarrollados y nos lo endosa a precio de lágrimas a los listos desarrollados.
La gente del campo, no toda, desde luego, porque aquí hay que diferenciar entre agricultores, labradores, pastores, ganaderos y señoritos. Porque, sí, mire usted, todos son rurales, pero ninguno es lo mismo, aunque nosotros, los neófitos en temas de labranza y rusticidades, los hayamos metido en el mismo saco con el que ahora, los de siempre, pretenden zurrear al pérfido sanchismo, abanderando la justa causa de nuestros agricultores, a los que primero les negaron el pan y el tocino en el Parlamento, y después les regalan banderas con las que decorar sus tractores. Aun cuando el problema de fondo no sea cosa de Sánchez, sino de los acuerdos alcanzados en Bruselas por los mismos fariseos que ahora se suman a las justas protestas de los agricultores de verdad, y enarbolan banderas que no los representan ni en las que creen, que son quines gobierna en las intuiciones europeas y quines permiten la entrada de productos de fuera de la Unión, a precios con los que nuestros agricultores no pueden competir, ni permiten la intervención de los estados, en los intríngulis de los “mercados”, porque eso es comunismo, como tampoco permiten que se pueda prohibir a las grandes superficies que impongan a los agricultores unos precios de la edad media para comprar su producto en origen y venderlo al consumidor a precio un 400% más caro, porque también sería cosa bolchevique.
El enemigo fundamental del campo español (del campo de toda Europa) no es el ecologismo, no es la agenda 2030 de Naciones Unidas, ni el gobierno de España. El verdadero enemigo del campo es el intermediario que compra el producto por cuatro al agricultor que lo ha sudado, y nos lo vende al consumidor por cuarenta, el mismo que lo exporta a precio de risa desde campos subdesarrollados y nos lo endosa a precio de lágrimas a los listos desarrollados. Porque el litro de aceite de oliva va ya por un riñón y cuarto de páncreas, pero es que las naranjas salen a testículo el kilo, aunque al agricultor le han pagado con una bolsita de cascaras de pipa de calabaza.
Es evidente que no pocos se lo están llevando calentito, mientras nuestros productores pasan hambre, y se están lucrando con el hambre de nuestros agricultores, básicamente las grandes superficies, grandes supermercados que ejercen una posición de fuerza para obligarlos a tragar con los precios de miseria que les imponen, al tiempo que están financiado a los mismos partidos políticos que les niegan en el Parlamento el agua y el tocino y después les regalan banderitas.
Tienen razón nuestros agricultores, los de verdad, al protestar por la miseria que les pagan y las durísimas condiciones en las que realizan su labor, y debemos apoyar las reivindicaciones de políticas que faciliten el relevo generacional, y también que las Comunidades autónomas cumplan con la ley de cadena alimentaria aprobada en la pasada legislatura y que aún está durmiendo el sueño de los justos, condenada por indecentes aupados a poltronas de poder por el pueblo, pero que solo defienden un interés el de los "mercados".
En definitiva, hay que distinguir entre los agricultores y ganaderos, de verdad que necesitan todo nuestro apoyo y la atención de los poderes públicos, porque están defendiendo nuestro futuro y el de nuestros hijos, de los grandes terratenientes y cadenas de supermercados que buscan el beneficio, no quieren pagar más al agricultor, sino, aprovechando la lucha, vendernos más caro a los consumidores.
Hay que señalar en su falacia, para que nadie se deje engañar, a las fuerzas de extrema derecha intentan aprovechar el conflicto para llevar el voto del agricultor abnegado y honesto, del honesto y abnegado ganadero a su urna, para después apoyar en las instituciones los intereses de los grandes terratenientes y las superficies comerciales. Desamparando a quien de verdad suda, como han hecho hasta ahora.
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