El Bombardeo nazi de Jaen.
Jaime Tenorio.
Abril/25.
Guernica tuvo su ensayo en Jaén, un prolegómeno andaluz, que ante el éxito de la salvajada animó a los asesinos a ordenar una nueva masacre de población civil indefensa, casi a la misma hora y en día de mercado
El 1 de abril de 1937, la Legión Condor, los nazis que apoyaron a los sublevados fascistas en su guerra contra la II República española, bombardearon la ciudad de Jaén, una población sin importancia militar, ni en la que se estuvieran desarrollando combates, o pasara por lugar estratégico, era una ciudad donde la vida, a pesar de la guerra, trascurría con normalidad y sus habitantes estaban desprevenidos y confiados, cuando los aparatos del III Reich aparecieron sobre los cielos andaluces, enviados por el traidor Gonzalo Queipo de Llano.
El ataque se produjo en una sola pasada a las cinco y veinte de la tarde, precisión horaria que quedó congelada en la torre de la Iglesia de San Ildefonso, cuando su reloj quedó parado como consecuencia de la virulencia de un bombardeo que dejó un balance de 159 muertos y 280 heridos, la mayor parte de ellos mujeres y niños.
El bombardeo sorprendió a los jienenses que no esperaban ser objetivo de la sed de sangre de los facciosos, la ciudad ni tan siquiera contaba con un sistema de alerta contra ataques aéreos, o refugios contra los bombardeos. Tampoco contaba con defensas antiaéreas, la intrascendencia militar de la ciudad había persuadido a las autoridades republicanas de no esmerarse en la defensa de una ciudad que, según la lógica militar, no debía ser atacada y ante la precariedad de medios que el bando republicano padecía, optó por no dotar a Jaén de tales medidas, en el convencimiento que su nula importancia militar o estratégica, hacía innecesario un ataque como el ordenado por el asesino Quiepo y llevado a cabo por la aviación nazi.
Pero los fascistas no seguían una lógica militar, muy al contrario, su táctica era la del exterminio, la del terror, y su estrategia el genocidio, empleando para ellos los modernos métodos que sus aliados nazis e italianos, sin el concurso de los cuales los sublevados franquistas nunca hubieran ganado la guerra.
Al día siguiente de la criminal acción de bombardeo contra la indefensa Jaén, las autoridades republicanas, horrorizadas por la, tan salvaje como inútil acción contra una población indefensa y sin importancia militar, ordenó dotar a Jaén de una red de refugios antiaéreos que derivó en la construcción de seis de ellos. Además, se instalaron dos alarmas de bombardeo, y se dotó a la ciudad de un sistema de defensa antiaérea, más aparente que efectivo ante un nuevo ataque. Más por inocular en la ciudadanía la idea de estar protegida, que porque aquello sirviera realmente de algo.
Por suerte Jaén, como indicaba la lógica militar, no volvió a ser atacada.
Tras el cobarde bombardeo de Jaén, y el asesinato de cientos de personas indefensas, los fascistas se felicitaron por el éxito de su hazaña y envalentonados por el buen resultado del crimen perpetrado contra la indefensa ciudad andaluza, tan solo veinticinco días después de perpetrar tan vil acción, el mando de los sublevados fascistas ordenó otro ataque de la Legión Condor contra una nueva ciudad sin importancia estratégica o militar, contra una población indefensa: Guernica. De modo que podemos decir que Guernica tuvo su ensayo en Jaén, un prolegómeno andaluz, que ante el éxito de la salvajada animó a los asesinos a ordenar una nueva masacre de población civil indefensa, casi a la misma hora y en día de mercado, pero aquella nueva barbarie sí pasaría a los libros de historia, al contario del ataque a Jaén que el régimen fascista del genocida Francisco Franco se esmeró en tapar y ocultar, incluso un andaluz, Pablo Ruíz Picasso, llegó a inmortalizar en un cuadro, y por encargo del gobierno republicano, dejar constancia para la historia de la barbarie de los bárbaros.

El fascista genocida, Gonzalo Queipo de Llano, en una de sus arengas radiofónicas en las que, entre otras barbaridades, se animaba a las tropas sublevadas a violar mujeres republicanas.

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