Ayuso, la ficción del esfuerzo
El Comunero.
Febrero/24.
Eran aquellos los años del régimen aznariano, del milagro económico de su reinado, con un Partido Popular hegemónico que ofrecía un inagotable pozo de oportunidades para el enriquecimiento personal de cualquier patriota con muchas ganas de aplaudir y pocos escrúpulos.
Se ha hablado mucho estos días de la llamada de Ayuso a los jóvenes para que abracen la cultura del esfuerzo que tantas bondades deja en el espíritu humano y que tanto bien le dejó a ella y su hermano, en ese mundo irreal que la presidenta de la Comunidad de Madrid quiere vender entre sus conciudadanos, haciendo larde de la fantasiosa capacidad que demuestra Isabel Díaz Ayuso para inventarse un pasado de esfuerzo y sacrificio que nunca existió.
A pesar de la prédica de esfuerzo y sacrificio, de superación personal con la que la exfalangista quiere adornarse, lo cierto es que creció entre los brazos de Esperanza Aguirre que la acogió entre su regazo cuando, intuyendo que en Falange no iba a lograr nunca vivir de la teta pública, se afilió, con veintisiete años, al Partido Popular, donde doña Espe la colocó en uno de sus chiringuitos con un sueldo de más de cuarenta mil euros anuales.
Eran aquellos los años del régimen aznariano, del milagro económico de su reinado, con un Partido Popular hegemónico que ofrecía un inagotable pozo de oportunidades para el enriquecimiento personal de cualquier patriota con muchas ganas de aplaudir y pocos escrúpulos.
No fue gracias a su esfuerzo y mucho menos capacidad intelectual, que logró formar parte de la lista que el Partido Popular propuso a los madrileños para la IX legislatura de la cámara autonómica. Elecciones donde no logró su acta de diputada, en la que sí pudo escribir su nombre cuando sustituyo a la parlamentaria popular Engracia Hernández, tras la renuncia de la misma, y desde entonces siempre ha tenido asiento en la Asamblea.
Ayuso, con una legión de detractores, tan numerosa como los de sus enfervorizados seguidores, se ha convertido en todo un fenómeno político que deberá ser estudiado en las facultades de comunicación y psicología del futuro, para mostrar como una buena campaña de marketing pueden llevar a lo más alto a un político realmente mediocre, a una ponzoñosa mezcla de absoluta simplicidad, mala educación y desfachatez.
Ayuso encarna todo aquello que debería estar excluido de la política; el desprecio a todo aquello que no entra en su reducida concepción del mundo, una desaforada afición por hacer gala de su enorme limitación intelectual, la arrogancia de quien todo lo ignora, la falta de respeto de quien bebe de la soberbia del profundo abismo de la superstición, de quien carece de sentido del ridículo.
Ayuso es, una perfecta inconsciente, bastante incapaz para las tareas de gobierno, pésima en la gestión, fanática ideológica, arrogante hasta la náusea, que da lecciones de ética y capacidad de gestión desde la presidencia de gobierno de la comunidad más importante de España, a la que llegó con un discurso tan absurdo como populistas, sin ninguna propuesta, pero llevada en volandas por unos medios de comunicación que la adoran porque es un río de caudal público que abastece sin sequía el inmenso pantano económico de quienes la patrocinan.
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