A un amigo leal
(En memoria de J. Antonio Díaz López)
Elepé.
Enero/24.
Quisiera empezar la remembranza de este primer mes de 2024 recordando a un ser querido con una calidad humana exquisita, Juan Antonio Díaz López, quien lamentablemente falleció hace unos meses dejándome una huella imborrable desde el primer momento en que lo conocí.
Siempre me he preguntado el valor tan necesario que tiene el término “lealtad” y más en estos tiempos que estamos intentando a des-aprender para volver a aprender conceptos.
Etimológicamente la palabra lealtad proviene del latín “legalis” que significa “respeto a la ley” y, de hecho, es un concepto definido por la Real Academia de la Lengua Española como “cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien”.
Pero desde una perspectiva social y psicológica, la lealtad contribuye a la estabilidad y el bienestar de las comunidades. En relaciones de pareja, amistades y entornos laborales, la lealtad crea un ambiente de confianza mutua y apoyo, promoviendo la cooperación y la colaboración. Sin embargo, la lealtad también puede plantear dilemas éticos en ciertas situaciones. Por ejemplo, ¿hasta qué punto se debe ser leal si la otra persona está involucrada en comportamientos inmorales o perjudiciales? En algunos casos, la lealtad puede entrar en conflicto con otros valores, como la integridad y la justicia. La lealtad es un aspecto crucial de las relaciones humanas, pero su interpretación y aplicación pueden variar según las circunstancias y los valores individuales. La reflexión y el equilibrio son clave al considerar la lealtad en diferentes contextos.
Recuerdo con cariño cómo Juan Antonio tuvo el detalle de presentarnos el disco de CuBop “Tributo a Tito Puente”, haciendo una exposición a primera vista exquisita en el Centro de Lenguas Modernas. Su lealtad hacia la música y, en particular, hacia nuestro trabajo, se manifestó de manera única. Tras vernos en varias ocasiones, expresó con facilidad y emoción las cualidades del contenido de nuestro disco, especialmente después de haber estado en nuestra presentación en el Teatro Isabel La Católica. A partir de ahí, nuestra amistad fue in crescendo.
Apasionado de la música en todas sus formas, desde el pop español hasta Bach, pasando por el flamenco y el jazz, Juan Antonio no solo era un espectador, sino un verdadero amante de los sonidos.
La pérdida de Juan Antonio ha dejado un vacío profundo en mi vida. Nuestra amistad de 23 años, especialmente los últimos tres marcados por una lealtad, es algo que atesoro profundamente. Su lealtad no solo se manifestó en nuestra relación, sino en todos los proyectos en los que puso su alma, desde la creación del colectivo "Artistas por la Tolerancia" hasta el recital poético "Lorca dijo no a la Toma" y la destacada "Granada Abierta". También en sus pinturas, poemas y, por supuesto, en su maravillosa Ada, una perrita de raza Yorkshire, que era parte de su familia, pero la mejor lealtad que he sentido es la que nos demostró a mi mujer y a mí.
Los últimos cuatro años fueron intensos, y la pandemia del COVID-19, a pesar de los males que trajo consigo, nos unió de manera más estrecha. Noches de conversaciones apasionantes y risas compartidas fueron una constante. Juan Antonio, con su conocimiento asombroso, siempre era un placer escucharlo, incluso si no compartíamos su entusiasmo por ciertos vinos. Recuerdo que un día vino con un Rioja que nos dio un dolor de cabeza que pa qué y tuvimos que rebajarlo con buen Ribera del Duero. Su habilidad en la cocina, especialmente con el pescado, era insuperable. Nos hacia un bacalao que quitaba el sentio…era un buen “cocinicas”.
Recordar esos momentos de charla y cocina me llena de nostalgia, ya que la posibilidad de recrearlos se ha desvanecido con su ausencia.
Hicimos varios viajes a lo largo de estos años a su pueblo, Cabra de Santo Cristo, donde tiene su Fundación que ha mimado hasta el final y en la que los artistas con pocos medios pueden exponer sus obras.
Juan Antonio era un “artivista”, término que acuñó para hablar de su amigo Juan de Loxa. Andrés Cárdenas le preguntó una vez, por qué tenía fama de activista, a lo que contesto literalmente “yo soy de los que se implican política y socialmente. Y más siendo artista. El intelectual debe estar al tanto de todo lo que pasa a su alrededor y reivindicar aquello que cree más conveniente para una sociedad en la que vive”.
Le propuse que presentara el Universijazz del pasado 2022 y donde le hacíamos un homenaje a las “Historias que las cuerdas cuentan” con las figuras del Paquete, Julián Heredia y que coincidía este con el centenario del afamado Concurso de Cante Jondo que Lorca junto a Falla y otros ilustres granadinos organizaron en la Plaza de los Aljibes de la Alhambra en 1922.
Juan Antonio no lo dudó ni un instante. Lo único que temía es que le viniese una tosecilla que ya estaba señalando lo que nadie nos podíamos imaginar. La presentación del acto fue maravilloso, el concierto maravilloso y lo mejor de esa noche es que yo no sabía que era su cumpleaños y me dijo que era el mejor regalo que le podía haber hecho.
La tos dio paso a una pérdida de oxígeno ocasionada por una fibrosis pulmonar galopante, nadie imaginaba que la maldita “parca” nos lo quería arrebatar tan pronto, porque J. Antonio era muy deportista. Empezó a los 12 años en el Ave Maria a jugar al baloncesto y no lo dejó hasta dos años antes de su partida.
Los últimos meses fueron muy duros y aun así mantuvo la lealtad hacia todo lo que hacía, con una elegancia única. Estando en Almuñécar en casa de su compañera Carmen nos entregó un poemario precioso titulado “A la pintura y otras soledades” una joya para tenerla y donde “pinta” con palabras a cada pintor que le ha inspirado, desde Sorolla hasta Escher…
Juan Antonio era mucho más que un amigo; era un maestro en la mezcla de sabores, experiencias y la esencia misma de la lealtad.
Su legado perdurará en cada nota, cada palabra y cada sabor que compartimos.
Buen viaje…
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