Pateras. 30 años con el drama de la inmigración en el Mediterráneo
Specula.
Septiembre/24.
Cumplimos tres décadas desde la llegada de la primera patera a nuestras costas, treinta años de migración, de desesperación en estado puro sin que a la Unión Europea parezca preocuparle las vidas inmoladas en este holocausto terrible.
Este año marca el 30 aniversario de la llegada documentada de la primera patera a España, un hito que simboliza el inicio de un fenómeno migratorio que ha moldeado profundamente la sociedad y superficialmente la política en el país. Aquella primera embarcación rudimentaria, que tocó las costas españolas en 1994, fue el preludio de una oleada migratoria que ha desafiado las fronteras y ha puesto a prueba la mala o nula capacidad de respuesta de Europa ante la desesperación humana.
A comienzos de los años 90, España atravesaba un periodo de transformación económica y social. Tras su integración en la Comunidad Económica Europea en 1986, el país experimentaba un crecimiento económico significativo tras décadas de atraso secular. Sin embargo, el crecimiento no era homogéneo, y en muchas regiones del norte de África y otras partes del mundo, la pobreza, la inestabilidad política y los conflictos bélicos impulsaban a miles de personas a buscar una vida mejor en Europa. A día de hoy, las motivaciones en origen llevan a que sea para muchas familias poner a sus hijos en un barquillo liviano, mucho más seguro que dejarlos en su tierra. Todo un argumento para valorar la evolución de la especie.
En este contexto, España, con sus casi 8.000 kilómetros de costa, se convirtió en un punto de entrada natural para los migrantes que, en su desesperación, optaban por cruzar el Estrecho de Gibraltar en pequeñas embarcaciones conocidas como pateras. Aquella primera patera documentada marcó el inicio de una nueva era de migración desesperada que, rápidamente llamó la atención de las autoridades y medios de comunicación. Para los unos como un problema molesto, para los otros como un espectáculo que tuvo su culmen con la foto de Aylan Kurdi, de solo tres años, muerta y bocabajo al vaivén de las olas de aquella playa de Turquía.
La llegada de las primeras pateras fue recibida con una mezcla de sorpresa, compasión y preocupación. En los años siguientes, las llegadas se intensificaron, y España se enfrentó al desafío de gestionar un flujo migratorio creciente. La respuesta inicial se caracterizó por la improvisación, con esfuerzos centrados en la acogida y el procesamiento de los migrantes. Tantos años después la cosa no ha cambiado mucho, y los inmigrantes se hacinan en Canarias y Ceuta, sin que otras CCAA asuman las obligaciones por ley en su reparto les corresponden, ni devuelvan los fondos asignados para ello que no han gastado.
A nivel europeo, la situación en España contribuyó a la creación de políticas migratorias más integradas. El Tratado de Schengen y la consolidación de la Frontex, la agencia europea de control de fronteras, son ejemplos de cómo la migración ha influido en la política europea, y lo ha hecho generando herramientas represoras.
El fenómeno de las pateras no solo ha tenido implicaciones políticas y de seguridad, sino que también ha dejado una profunda huella en la sociedad española. A lo largo de las últimas tres décadas, España ha experimentado una transformación demográfica significativa, con la llegada de migrantes de diversas partes del mundo que han contribuido a la diversidad cultural del país. La inmigración sirve para la asunción de los empleos más penosos, y como arma política que, en manos del fascismo, complica muchísimo la convivencia sana en nuestra sociedad. El que nos roba y ocupa nuestras viviendas no viene en patera, lo hace en yate de lujo. Las violaciones y los acuchillamientos de mujeres ocurren por nacionales, y el argumento espurio de culpar al inmigrante asusta y desestabiliza una sociedad de natural tranquila.
Así pues, este proceso ha generado tensiones y desafíos, como la integración de los migrantes y la lucha contra el racismo y la xenofobia. Sin embargo, también ha dado lugar a una mayor conciencia sobre la realidad de la migración y ha impulsado el desarrollo de una sociedad más multicultural y tolerante. Somos un crisol de culturas, abierto y rico mal que les pese.
El 30 aniversario de la llegada de la primera patera a España es una oportunidad para reflexionar sobre las lecciones aprendidas en estas tres décadas de migración. Es un recordatorio de la necesidad de políticas migratorias que sean no solo efectivas, sino también y por encima de todo, compasivas y respetuosas de la dignidad humana. Al mirar hacia el futuro, España y Europa podrían continuar trabajando juntos para abordar los desafíos de la migración, con la esperanza de construir un mundo en el que nadie tenga que arriesgar su vida en el mar para encontrar un hogar seguro. Generar oportunidades en el origen parece lo más justo.
Tres décadas y más de trescientos mil muertos en el fondo del mar, triste tributo a la búsqueda de la libertad y el bienestar.
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