23F, el frustrado golpe de los bárbaros
Jaime tenorio.
Febrero/24.
El teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero Molina, comanda a otros doscientos guardias en la última intentona armada de golpe de estado que hemos padecido en España, logrado que, durante unas horas, que parecieron décadas, los españoles que empezaban a respirar cierta esperanza de libertad contuviesen el aliento, temiéndose una nueva confrontación civil.
El hecho histórico más relevante del mes de febrero podemos ubicarlo en un día 23 de este mes en el año 1981, son 43 los años que han transcurrido desde la última intentona golpista con la que los fascistas y traidores españoles pretendieron asesinar, de nuevo, la luz de la libertad que, aunque débil, comenzaba a brillar en el horizonte de esta desdichada tierra que padece el cáncer del fascismo desde antes de que el fascismo existiera. Aquel día a Antonio Tejero, picoleto de oficio y "salvapatrias" aficionado, le pareció una idea magnífica tomar al asalto el Congreso de los Diputados, en compañía de otros 200 guardias, en un episodio de la historia española que aún hoy, después de más de cuatro décadas, sigue sin estar nada claro, aunque ya se ha aclarado bastante.
Fue aquel un episodio más de la nunca cerrada fractura social que supuso el franquismo en un país secularmente atrasado de libertad y hambriento de justicia, un nuevo intento de cercenar la libertad de los españoles, en una España que Antonio Tejero decidió, en complicidad con otros, que no merecía aquella tenue esperanza de libertad, que seguramente resultaría excesiva para un pueblo acostumbrado a las cadenas, y que igual nos sentaba mal, de modo que para evitar aquella indigestión democrática subió a dos centenares de compadres con tricornio a unos autobuses y enfilaron todos en comunión y camaradería hacia el Congreso de los Diputados, donde se estaba decidiendo la investidura de Calvo Sotelo como presidente del gobierno tras la dimisión, por hartazgo, de Adolfo Suarez, y ya que estaban allí, secuestrar a 350 legítimos representantes del pueblo español, una vileza que logró durante dieciocho intensas y expectantes horas.
En un contexto de extrema violencia terrorista, donde la banda asesina ETA había acabado con la vida de 132 seres humanos en cerca de 200 atentados (la mayor cifra en un solo año de toda su historia) y los terroristas fascistas campando a sus anchas con otros muchos asesinatos de seres humanos en su "marcador", se guisó el envenenado y hediondo mejunje que poderes ocultos (aunque hoy ya no tanto) hicieron beber a aquellos guardia civiles, muchos de ellos engañados por sus mandos (les dijeron que iban a proteger a los diputados de un posible ataque etarra) que se plantaron aquella tarde de un lunes frío en la capital de España con la intención de devolvernos a la barbarie.
Tras la violenta irrupción de Tejero y sus tricornio boys en el Congreso, el capitán general de Valencia, Jaime Milans del Bosch decretaba el toque de queda en aquella región militar y asumía todos los poderes, en principio, "hasta que el Rey se pronuncie sobre el golpe", desplegando sus tanques por las calles valencianas e incluso enviando una columna blindada a la base aérea de Manises para convencer a su comandante de que se sumase al golpe, por fortuna aquel se negó. También se llevó a cabo la toma del edificio de RTVE por parte de efectivos del Ejército.
En torno a la media noche ya está claro que el golpe ha fracasado, es el propio Tejero, disparando en el interior del hemiciclo, quien arruina toda posibilidad de una solución "legal" y democrática al chantaje fascista. La llegada de dos generales, Alfonso Armada, implicado en el golpe y Aramburu Topete superior del terrorista Tejero, llegan al Parlamento para entrevistarse con el facineroso benemérito y hacerlo desistir, sin lograrlo, de su empeño.
A la 1:15 de la madrugada un mensaje televisado del rey Juan Carlos I, sentencia el golpe, y a los golpistas, al permanecer del lado constitucional y optar sin reservas por la senda democrática.
Ya en los días posteriores al fallido golpe fueron muchas las sospechas que recayeron sobre la posible implicación del monarca en la intentona, y durante el juicio a los terroristas facciosos que intervinieron en la toma del Congreso, con algunas de su declaraciones apuntaron en este sentido, no obstante Juan Carlos ha pasado a la historia como un rey constitucional y comprometido con la democracia que aquella aciaga noche de febrero de 1981 salvó a España de un nuevo yugo fascista.
Hoy parece claro para muchos historiadores que esto no fue así y que Su Majestad participó de un plan para dar un golpe "blando" que "forzase" a la jefatura del Estado a aceptar un gobierno de "concentración nacional" presidido por un militar, el general Armada. Sin embargo el sonido de las ametralladoras resonando entre las paredes de la morada de la soberanía nacional, dio al traste con aquel plan.
¿La verdad? Quizá algún día, cuando en este país se pierda el miedo de una vez a los fascistas y estos dejen de tutelar nuestra imperfecta democracia y, por ejemplo, se derogue una Ley de Secretos Oficiales promulgada por el genocida Francisco Franco hace más de cincuenta años y que es una de las muchas de aquel régimen ilegítimo y criminal, que aún lastran nuestra consolidada y plena democracia.
El teniente coronel Tejero se rindió y permitió la salida de los diputados que mantenía retenidos en el Congreso de España desde el día antes, más tarde, tras acceder a la "fuga" de los guardias que lo han acompañado en la intentona, se entregó, poniendo fin al intento de golpe de Estado que ha pasado a la historia como 23F, y sobre el cual aún hoy, más de cuatro décadas después, insisto, existen tantas dudas como sospechas.
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